En la colonia hubo un “barba azul” que mató a varias mujeres con las que se casó
Por Carlos Meneses Cornejo
Les hacía otorgar testamentos a su favor y provocaba luego la muerte de la esposa.
ESPECIALES DE AREQUIPA
Alrededor del año 1700 y en Arequipa existió el maestre de campo Juan Jiménez Lancho probablemente de origen español por ser funcionario del gobierno, quien enamoraba a señoritas con dinero que se hallaban en perfecto estado de salud y a las que seducía primero, intimidaba después y luego maltrataba, obligándolas a testar a su favor después del matrimonio y poco antes de que murieran en forma misteriosa y evidentemente criminal.
Jiménez Lancho dejó descendientes como producto de sus enlaces y llegó a acumular una gran fortuna de las esposas a quienes eliminó.
Don Diego Benavides, cuya hija Juana casó con Jiménez Lancho, aseguró que el bandido la había asesinado, siguió un expediente judicial en contra de su yerno y Don Felipe de Portu, quien casó con la hermana, Micaela, pretendió en otro expediente que restituyese los bienes que le correspondían por herencia a doña María Isidora Rivero y Peñasco, sin conseguirlo.
Todas las esposas de Jiménez Lancho eran señoritas bellas, ricas y distinguidas y debe haber sido un hombre muy atractivo o como lo dice el autor de la información de origen Dr. Manuel J. Bustamante de la Fuente, de un sex appeal.
Fracasados los intentos citados, Don Felipe Francisco de Portu se convenció de que no había justicia en la lucha contra el delincuente y buscando solución a su problema acudió al obispo Juan Bravo de Vivero para pedirle ayuda.
Felipe de Portu era contador, juez oficial de la Real Caja de Arequipa y el prelado puso en manos de Juan Bautista de Taborda, Dean de la iglesia catedral de Arequipa una consulta para que todo fiel que asistiera en los siguientes días al templo y que conociera del tratamiento, compromiso, matrimonio, maltrato o tortura que Jiménez Lancho habría realizado con alguna de sus esposas lo denunciara en forma pública respondiendo una encuesta que sería mantenida en reserva para ver qué se hacía en favor de las desventuradas mujeres.
Se daba plazo de 3 días para cumplir con este requisito moral y se tuvo respuestas, así como de los castigos a quienes mintieran sobre el tema.
Si como consecuencia de las declaraciones se confirmaban los maltratos y las malas acciones del mal marido se celebrarían misas precedidas por una cruz cubierta por un velo negro, se excomulgaría al responsable declarándolo maldito y considerando huérfanos a los hijos y pidiendo a Dios que la luz del día se oscurezca para el maltratante, quien debe ser convertido en mendigo y que las plagas caigan sobre sus sucesores.
Don Juan Bautista de Taborda, por mandato del señor Dean, tomó declaraciones del señor coronel Manuel Santos de San Pedro, a Doña Teresa de Rivero, a Don Félix de Acosta, a Doña María Josefa de Salazar y Doña Lucía Ballón que confirmaron los maltratos contra las esposas de Juan Jiménez Lancho.
Él se declaró pobre y terminó muriendo tranquilamente en su cama sin que se castigaran sus delitos.
El proceso terminó a los 30 días del mes de marzo de 1748 y los condenados y excomulgados confiados a los demonios.
Los descendientes de Jiménez Lancho, es decir los hijos de las mujeres de cuya fortuna se apropió, cuando él murió quedaron en pobreza y así terminó la presencia en Arequipa del bandido que era de mucho hablar y hablar bonito a las mujeres que enamoraba y a las que hacía testar.