¿Gobernanza hacia el punto de no retorno?
Por: Luis Luján Cárdenas
A fines del año pasado hubo dos noticias que deberían ser asimiladas por los buenos políticos. Primero, que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) observó la debilidad del Estado de derecho, la elevada corrupción y la crisis económica que aquejan al Perú, por lo que recomendó urgentes reformas estructurales.
Segundo, el Congreso de la República aprobó por insistencia la modificación de la Ley Forestal y de Fauna Silvestre, que atenta seriamente contra los bosques amazónicos, el ciclo del agua, la población, la biodiversidad y el futuro ambiental del continente americano y el planeta.
Son dos lamentables sucesos que cuestionan la gobernanza moderna, que propende el bienestar social amigable al medioambiente. Hoy, la globalización, la contaminación, la pobreza y el cambio climático determinan que toda acción política-social-económica va de la mano con una decisión verde. Y, lamentablemente, nuestro estamento político no considera ello, ya sea por desconocimiento o interés particular.
El sistema político actual –al parecer– ha fracasado. O se reforma como plantea la OCDE o se cambia, como es el sentir mayoritario ciudadano, que cada vez más se decepciona por la democracia. Y es comprensible por el descrédito de más del 80% de casi todas las instituciones públicas, en los últimos veinte años y la acusación por corrupción de 8 presidentes, cuyos malos gobiernos estarían llevando al país a un punto de no retorno.
Así como la comunidad científica está preocupada porque el planeta no llegue a un punto de inflexión ambiental debido al calentamiento y la contaminación global, igual debería preocuparnos sobremanera, que el país llegue al punto de no retorno, donde impulsar el bienestar general en democracia y la conservación ambiental sea sumamente tarde y difícil.
Recuerdo que en la década de los sesenta numerosos países asiáticos y europeos, con mucho menos o casi nada de recursos naturales, tomaron conciencia que había que emprender –según su realidad socioambiental y geopolítica– gobiernos eficientes con metas a largo plazo en el marco de una proceso de modernización, alta inversión pública y privada, industrialización, cooperación internacional y cultura ciudadana, para lograr el desarrollo sostenido. Y así lo hicieron.
Sesenta años después los dragones asiáticos: Hong Kong, Singapur, Taiwán, República de Corea, Malasia, Tailandia e Indonesia son países ricos, mientras Perú sigue involucionando, siendo un mendigo sentado en un banco de oro, con un avanzado cáncer social, necesitando urgente quimioterapia política. ¡Cuánto tiempo hemos perdido!