Universidades y exámenes de admisión
Por: Rubén Quiroz Ávila
Los exámenes de admisión tienen dos grupos claramente diferenciados. Uno para las universidades públicas y otro, para las privadas. En este último grupo también hay una diferencia: no es lo mismo postular a una de naturaleza societaria o asociativa.
Estas han adoptado estrategias para incrementar sustancialmente su población. En las públicas es una paradoja, ya que la oferta no satisface la demanda. Es que solo un poco más de un tercio del total de universitarios estudia en una institución pública. Este hecho muestra un sistema que ahonda la desigualdad social, ya que más del 30% del país está en situación de pobreza y, ciertamente, el mejor camino para romper ese círculo sombrío es la dimensión educativa. En pocas palabras, al estar la educación pública en minoría, se reduce cada vez más las posibilidades de los jóvenes con escasos recursos para desarrollar su talento.
La lenta velocidad para el acceso y, en la mayoría de los casos, su metodología de admisión tiene un diseño errado. La cantidad de vacantes para el ingreso, prácticamente, tiende a ser la misma durante años. Es decir, aumenta sostenidamente la cantidad de posibles estudiantes, pero no hay espacios en la universidad para que puedan ocuparlos. Eso obliga a que los que no ingresan reduzcan sus alternativas o, incluso, frustren su futuro. Insistimos en que la educación continúa siendo la más democrática forma de mejorar las competencias y, de ese modo, dar una luz de esperanza para mejorar las vidas.
La metodología de admisión suele basarse en una brecha educativa gigantesca e histórica. Se asume que el universo de temas que han sido diseñados para la EBR son los que deben evaluarse para el ingreso. Lamentablemente, muchos de los exámenes son arcaicamente memorísticos. Es decir, se selecciona con un desfasado sistema y obliga a los postulantes a pagar para entrenarse en las academias preuniversitarias que han encontrado todos los trucos para adiestrar en corto tiempo al entusiasta joven. Es un círculo vicioso en el que el modelo de admisión alimenta la existencia de las academias porque el examen de acceso universitario es fundamentalmente vetusto. Es que hay una nefasta contradicción en la que en la secundaria, supuestamente, te enseñan bajo el enfoque de competencias, pero las pruebas de ingreso no miden ello.
Este modelo de examen de admisión hegemónico, en el que la única forma es dar una prueba en pocas horas, es también uno de los responsables de la exclusión de talento en el caso de las universidades públicas, junto a la casi nula ampliación de las vacantes. Tiene que modificarse urgentemente el sistema de acceso a la universidad, incorporando métodos más ajustados a reconocer las competencias para un mundo altamente competitivo; de lo contrario, seguiremos manteniendo un tipo de exclusión que nos está costando mucho como país.