ENAMORADO DE LA VIDA YO VIVO (segunda parte)
Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia
Puedes vivir de dos formas, llorando por lo que otros tienen y a ti te falta o vivir feliz con todo aquello que te tocó tener y ayudando a aquellos que te rodean con regalos provenientes de tus capacidades y fortalezas desarrolladas.
La primera forma de vivir es dañina, destierra tus capacidades al oscuro nicho de la frustración y deteriora tu compromiso personal hasta el punto de volverte un ser inerte, sin sueños ni aspiraciones y lleno de resentimiento por todo aquello que “te tocó vivir y por lo que no te tocó vivir”. Aunque la verdad de todo es que cada uno decide cómo vivir ya que aún atado con cadenas y privado de la libertad uno siempre tendrá la oportunidad de decidir cómo vivir, aunque esa decisión muchas veces no la pueda hacer realidad.
Somos seres maravillosos que nos hemos olvidado con el paso de los años que podemos hablar con amor. Nos hemos ido especializando, muchas veces sin darnos cuenta, en ser seres que solo hablan y piensan en agredir, en estar a la defensiva y en elaborar sentimientos de dolor, pena y melancolía.
Nos hemos olvidado de abrazar, cantar y bailar gustosos por todo aquello que hacemos. Hemos perdido el placer de vivir cada acto que desarrollamos y todo lo tomamos como rutina. Afirmamos que la vida puede acabarse en cualquier momento y que hay que vivir a plenitud cada instante y luego divagamos en los segundos siguientes en actos irracionales y en sentimientos de sufrimiento. Disociamos nuestra mente entre lo que debe ser y lo que hacemos realmente y si pudiéramos elaborar una noción por esa forma de vivir de seguro diríamos “qué necio, pudiendo construir destruyes todo lo que has hecho”.
Ya no vivimos la vida como el milagro más grande del mundo. Hemos infravalorado nuestra existencia hasta el nivel que para muchos es un bien del cual se puede disponer a diario sin ningún respeto ni obligación.
Muchas personas, lamentablemente, han postergado sus sueños por deudas emocionales y conflictos pasados que nunca podrán ser resueltos por su propia naturaleza, pero perseveran en invertir su tiempo en actos de negligencia personal.
Muchos dicen, “para qué vivir un momento de felicidad si luego voy a caer en la infelicidad del sistema”, “para qué tocar el cielo por unos momentos si a diario voy a vivir en el infierno de esta creación que me rodea”. Yo vengo y te digo, “¿por qué te atormentas con ideas como aquellas, acaso no sabes que un segundo de felicidad es eterno y que miles de horas de tormento son solo vagos recuerdos en la memoria de aquel que sabe el valor de los sueños?”
El tiempo, como lo demostró Einstein hace más de cincuenta años, es relativo y su uso también lo es. Tú tienes nuevamente la decisión de hacer un nuevo milagro y construir tu vida sobre evocaciones interminables de gozo y de encuentro personal.
Nuestra vida está construida en base a un sendero en donde a un lado, el derecho, hay un precioso jardín y hacia el otro, el izquierdo, un inmenso páramo de azufre y destrucción. Tú decides que lado mirar, personalmente contempló la mayoría de veces el primer espectáculo.
Nuestra vida al igual que el mundo da muchas vueltas y pese al paso del tiempo solo algo en nuestro interior ha podido seguir creciendo: el amor. El amor, aquella palabra que embarga la emoción de muchos y que hace derramar miles de lágrimas cada segundo a otros. El amor, un mágico milagro que no habla de dolor sino de compromiso, que no se deleita con la tiranía de la posesión, sino que se alegra con la voluntad de regalar siempre alas de libertad.
El amor en verdad es aquel milagro que puede elevarnos sobre la faz de la tierra para hacernos más humanos y dichosos a la vez. Es aquel sentimiento que no aprecia defectos y solo toma en cuenta las virtudes de aquellos que nos rodean. El amor es aquella fuerza que nos lleva a dar todas nuestras fortalezas existentes y que nos vuelve seres involucrados con el bienestar de los otros.
Aquel que un día ha logrado reencontrarse con su vida es aquel que ha descubierto cada mañana que el sol de hoy es más hermoso que el del día de ayer por el solo hecho de ya no ser el mismo que ya se contempló; aquel que siente, que respira día a día un aire nuevo y que vuelve a deleitarse con los colores que pintan el mundo y que percibe en su mente y en su corazón que nunca se va a cansar de contemplar y de descubrir de nuevo tantas maravillas que nos rodean de seguro que puede exclamar con plena sinceridad y alegría ¡estoy enamorado de la vida! y estoy enamorado de verdad porque esta vida es el espectáculo continuo que nos da tanto y que nunca nos ha pedido nada, es aquel que nos da la oportunidad de llorar y reír a la vez de gozo y de ternura por estar existiendo en este tiempo y en este espacio una vez más.
Enamorado de la vida yo vivo, porque mi vida es lo más importante que tengo, es lo único que tengo y es aquello que, aunque muchos no lo crean, nunca se podrá perder.