Cuando los pierolistas quemaron la casa de los Llosa
Por Carlos Meneses Cornejo
ESPECIALES DE AREQUIPA
Arequipeños respaldaron en el siglo XIX a Nicolás de Piérola y lo acompañaron en sus jornadas políticas.
La mayoría de arequipeños estuvieron a lado de Nicolás de Piérola- hijo de camanejos- nacido en Arequipa, pero, probablemente, el mejor amigo de Andrés Avelino Cáceres fue Luis Llosa y Abril, quien vivía en su casona ubicada, frente a la capilla del Señor del Refugio, en la calle Ejercicios donde antes había un cuartel.
Avelino Cáceres fue jefe del Batallón Zepita y por eso trabó amistad con él, por un tiempo vivió en su casa. Cuando llega la Guerra con Chile y en la batalla del Alto de la Alianza del 26 de mayo de 1880, en el combate muere Carlos Llosa y Llosa hijo de Don Luis, con apenas 31 años y el entonces coronel Cáceres escribe una carta de pesar a sus padres.
Cáceres hizo resistencia a los chilenos en la sierra, tuvo diferencias marcadas con Piérola y el 27 de enero de 1895 un grupo de montoneros pierolistas ingresaron a Arequipa y a tiros derrotaron a las fuerzas militares que defendían el segundo gobierno de Cáceres.
Una turba atacó la casa de Don Luis Llosa, los habitantes de la vivienda huyeron por las paredes posteriores. Los agresores tiraron abajo el portón que daba a la calle, rociaron con materia inflamable el interior de las habitaciones, sacaron el piano al patio para prenderle fuego. La misma suerte corrieron muebles, cortinas, documentos, vestidos, todo fue quemado.
Las puertas de la iglesia donde se veneraba al Señor del Refugio permanecieron cerradas. El nieto de Luis Llosa y Abril, Don Alberto Llosa García el 19 de octubre de 1982, contó al historiador Juan Guillermo Carpio Muñoz estos hechos y los datos detallados del incendio que ocurrió en la casa de su abuelo, Don Luis.
Por entonces Andrés Avelino Cáceres era llamado “el tuerto” por una vieja cicatriz de combate en la cara y a su señora, los arequipeños la conocían como la “melón podrido”.
Debe decirse también que, en 1895, cuando ocurrieron estos hechos, los pierolistas levantaron trincheras en el contorno del área urbana y las fuerzas de Cáceres no llegaron a penetrarla.
Era la Semana Santa de ese año, la guerra ya había terminado y las trincheras no fueron usadas para combate entre peruanos, estaban hechas con sillares y piedras sacadas de batientes de casas y veredas y también las había en las calles La Merced, Puente Bolognesi, Villalba, El Camal, Puente Grau, en la Quinta de Vargas, San Lázaro, Ayacucho, Huañamarca, Santa Teresa, San Antonio (Miraflores), la calle Grande, San Pedro, Santa Rosa, Ranchería, calle Nueva, plaza del mercado San Camilo y en varios techos incluidos algunos templos.
Cáceres y sus efectivos no entraron a la ciudad que interrumpió las procesiones del Santo Sepulcro, por la montonera pierolista que triunfante recibió el Sábado de Resurrección disparando hasta por gusto.
Los Llosa se quejaron incluso en plena capilla del Señor del Refugio de que su santo patrón no los ayudara cuando su casa fue asaltada y quemada. Dicen que entonces Cáceres les hizo llegar una carta expresándoles pesar por lo ocurrido y reiterándoles aprecio y consideración. La carta fue quemada por Don Luis y los Llosa se fueron a vivir a otra parte de la ciudad