Por: Pedro Rodríguez Chirinos – Asociación Rerum Novarum.

No somos muy buenos escribiendo diálogos, pero lo intentaremos. Hace varios años tuve la fortuna de encontrarme con un amigo de la juventud. Le pregunté sobre su familia y me dijo con cierta pena y alegría; que habían fallecido en un accidente de tránsito. Con cierta tranquilidad y serenidad, vuelvo a decirlo de otra manera. El diálogo fue así, que hasta ahora lo recuerdo. ¿Qué es de tu familia?… me respondió, “Ellos partieron, nos despedimos esperando vernos luego. Sin saber, se fueron para no volver…” bueno lo siento mucho le dije, por esa pérdida.

Cuenta, luego, que esa pena la pudo llevar porque un buen Padre. Un sacerdote amigo de muchos años, le preguntó sobre qué haría con ese amor dado a su familia. La pregunta clave era ¿Qué vas a hacer con ese amor ahora, a quién lo vas a dar?

Actualmente, carga una obra de bien, donde siempre procura tener a su alcance los medios para llevar y alimentar, más de 25 niños. Esperando, que puedan tener la experiencia de un hogar que en sus vidas faltó, y un calor humano que será difícil de encontrar. Amar sin esperar algo a cambio, ese fue su destino que buscó.

Cuando buscamos la palabra amor en el diccionario, encontramos que nos dice que es sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Pero, por la experiencia propia y ajena descubrimos que es una decisión, la decisión de amar.

Amamos con todo nuestro ser, pero más que un sentimiento es una decisión. Los sentimientos cambian de hoy a mañana, si no son genuinos, pero la decisión del compromiso de amar, debe prevalecer. Ello envuelve lo sorprendente del amor, una decisión que implica compromiso y sacrificio.

Volviendo al encuentro de nuestro amigo, me parece que descubrió que en el amor no existen las despedidas porque siempre los llevará en el corazón.  Y que seguramente ese dolor de la despedida no será tan grande como la alegría de volver a reunirse.

Hoy apreciamos que esa palabra, falta, se carece y en muchos casos se malinterpreta. Si vemos sus raíces encontramos que la palabra amor sería, “a” de privación, de falta. Mientras que “mores” viene de muerte, entonces junto sería decir; “no te mueras” o “quédate para siempre a mi lado”. Algún día la diremos a Dios, y a una persona. Pero es nuestra realidad, las personas se mueren, se acaban, pero tenemos la esperanza de volver a vernos. Mientras que en Dios nunca se acaba y por siempre se llevará.  

Mientras nos quedamos con sus palabras.  “El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor.” (1 Corintios, 13, 4-5) y por siempre seguirá.