EL DON DE LA MATERNIDAD

Por: Javier Del Río Alba – Arzobispo de Arequipa

La instauración del Día de la Madre fue una iniciativa juvenil, no sólo en Estados Unidos de América, donde se instituyó oficialmente por primera vez, sino también en el Perú, donde un grupo de jóvenes abogó por esa finalidad que fue acogida en el año 1924, hace justamente cien años, por el entonces Presidente de la República Augusto B. Leguía. Desde entonces, cada año, al acercarse el segundo domingo de mayo, se renueva ese sentimiento de gratitud hacia la mujer que nos concibió, nos llevó en su seno a lo largo de los nueve meses de gestación, nos brindó los primeros cuidados en la infancia y con la cual desde el inicio de nuestra vida establecimos una relación única e irrepetible. Damos gracias, pues, a las mamás que nos dieron a luz y también a aquellas que tal vez no nos gestaron pero que, por diversas razones, han ocupado su lugar y asumido el rol materno que es tan necesario para la adecuada maduración de los hijos. La madre es la primera persona con la que el hijo experimenta la gratuidad del amor. Es también quien lo introduce en el mundo de las relaciones humanas y en el proceso de integración en la familia y la sociedad, y la que, con su genio femenino como lo llamó san Juan Pablo II, influye de modo peculiar en el desarrollo de su autoestima y la conformación de su personalidad.

En este Día de la Madre quisiera que animemos a todas las mujeres a no dejarse robar el don tan bello de la maternidad que Dios ha reservado para ellas y promovamos que el Estado y la sociedad lo defiendan y custodien siempre; porque, ciertamente, aún queda mucho por hacer para que el ser madre no comporte una discriminación sino que sea debidamente valorado por todos. Como hace unos años escribió el Papa Francisco: «El debilitamiento de la presencia materna con sus cualidades femeninas es un riesgo grave para nuestra tierra. Valoro el feminismo cuando no pretende la uniformidad ni la negación de la maternidad; porque la grandeza de la mujer implica todos los derechos que emanan de su inalienable dignidad humana, pero también de su genio femenino indispensable para la sociedad. Sus capacidades específicamente femeninas – en particular la maternidad – le otorgan también deberes, porque su ser mujer implica también una misión peculiar en esta tierra, que la sociedad necesita proteger y preservar para el bien de todos» (Amoris laetitia, 19.III.2016, n. 173).

En este Día de la Madre hagamos nuestras las palabras de san Juan Pablo II: «Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida» (Carta a las mujeres, 29.VI.1995, n. 2); y digamos también con el Papa Francisco: «Queridísimas mamás, gracias, gracias por lo que son en la familia y por lo que dan a la Iglesia y al mundo» (Amoris laetitia, n. 174). Muchas gracias mamás, que el Señor las bendiga, las proteja y las cuide, y los hijos les sepamos expresar nuestro amor y gratitud siempre.

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