Conversación junto a la catedral
Por Willard Díaz
Cuando el escritor Leonardo Aguirre pasó por Arequipa, durante el último HAY Festival, en noviembre pasado, lo acompañaba el también escritor Augusto Effio (los dos estarán de vuelta para asistir al próximo Festival del Libro en junio). Pasamos unas horas conversando sobre literatura en un balcón junto a la Catedral. Aquí quedan algunos pasajes de esos diálogos.
WD. Ustedes pueden dar noticia sobre los últimos escritores limeños recomendables, los que caminan por fuera de los circuitos comerciales. ¿Qué recomiendan?
LA. Lo que vamos a hacer es hablar de la Otra literatura, la que no circula mucho pero es buena literatura.
AE. ¿Qué te parece Enrique Prochaska? Que a propósito los amigos de Campo Letrado han ganado el Premio de Estímulo para publicar sus cuentos completos, que deben salir en 2024. Lo que se suma a los cuentos completos de Pilar Dughi y a los cuentos completos de Augusto Higa. Así es que se vienen tres colecciones de cuentos completos muy respetables. Prochaska tiene magnífico cuento, “Prometeo” ambientado en el Perú de los 80. Y luego está Carlos Yushimito; a mi entender su mejor libro es “Los bosques tienen sus propias puertas” y luego “Lecciones para un niño que llega tarde”, que es soberbio.
WD. Yushimito ha vivido en Estados Unidos y ahora está en Chile, ¿no? Eso me lleva a una pregunta. Cuando preparé una selección de cuentos arequipeños caí en la inevitable duda, ¿quién es un escritor arequipeño? ¿Qué es la identidad para un escritor? Tenemos escritores arequipeños, como José Ruiz Rosas, que no han nacido en Arequipa. Y hay otros que ya no viven en Perú y siguen siendo peruanos. Es el caso de Vargas Llosa, si miras el dato de su nacimiento siempre dice “Arequipa”, aunque solo ha pasado un par de meses en esta ciudad.
AE. En una discusión que tuve y que hubiera preferido evitar dije que los libros no tienen domicilio. Y lo otro, suscribo lo que Borges dijo en “El escritor argentino y la tradición”, donde hace notar que en el Corán no hay camellos, porque quien escribió el Corán no tenía necesidad de poner señales de identidad.
LA. A mí parecer, es una conjetura, hay una manera peruana de escribir. Si vamos a Vargas Llosa, a Ribeyro, a Bryce, siempre hay algo peruano. Pero imagínate que no te dicen quién es el autor, tú notas de arranque quién es peruano y quién es argentino. Hay una manera de escribir en peruano y otra en argentino, aunque te estén hablando de cualquier tema.
AE. Lo que dices es cierto, sea Vargas Llosa o Bryce, sabes que son peruanos porque recurren mucho al costumbrismo.
LA. Pero hay algo más, que está en la prosa.
AE. Pongo sobre la mesa a “Salón de belleza”, que me parece una novela muy peruana, a pesar de ser absolutamente descontextualizada. Lo siento en esa prosa seca, parca de Belatín, y reconozco la respiración peruana, limeña por lo menos.
WD. Pero eso sigue siendo intuitivo, impalpable. ¿En qué lugar del texto la hallamos? Al margen de lo que cuente. Vargas Llosa puede contar una historia ambientada en Brasil.
LA. Puede ser el ritmo de la prosa, los diminutivos, los giros. Hay un sabor peruano. Habría que analizar, claro, la métrica, el sonido peruano.
WD. Bueno, pero todos vuestros ejemplos son limeños. Ahora, qué hacemos con los sonidos no limeños, por decir algo; con los cusqueños, los trujillanos, con Gregorio Martínez, con Padilla.
AE. Eso ya es un problema para los académicos. Nosotros sabemos lo que hacemos, pero no podemos explicarlo. Es como dicen: el que sabe hacerlo lo hace, el que no sabe, lo explica, o lo enseña.
WD. Sí, pero es un lugar común, ¿no? El autor es el creador y el crítico es un dependiente. Los dos hacen la literatura peruana.
LA. La vez pasada hablábamos de eso, acerca de Cabrera Infante. Cómo se nota Cabrera Infante en lo que yo escribo. Hasta antes de publicar mi primer libro lo único que yo había leído de él fue un artículo sobre cine, no recuerdo, en una revista de literatura española. Y a partir de ese artículo, supongo, advertí los trucos y la gracia de Cabrera Infante. De hecho, una de las primeras reseñas que me hicieron de ese libro ya mencionaba su influencia. Luego aparece González Vigil que advierte la clara influencia de Cabrera Infante. Ya había publicado tres libros y seguía con un solo artículo leído; recién ahí dije vamos a ver y comencé a leer los libros de Cabrera Infante, con calma. Ahora que tengo todos podría decir efectivamente ya me he embebido de su obra.
Quizás fue necesaria esa visión de la crítica de Francisco Ángeles y González Vigil para que yo mismo viera mis textos de otra forma.
He ahí un caso en que necesité de la mirada crítica de otro para ver yo mismo lo mío. A menudo sucede eso, con los que hacen buena crítica, claro: le descubren al autor cosas que él mismo no había percibido y que hace simplemente por intuición. Hay cierto nivel de inconsciencia cuando uno escribe.
Bajo ese punto de vista siempre es útil una buena crítica.
WD. Tal vez hay una metáfora más útil, la de la música. Por lo general nos referimos al ritmo de la prosa como un elemento característico, pero el ritmo es solo uno de los rasgos fonéticos de la prosa literaria, tenemos además un color, un timbre, un flujo melódico que se desarrolla. ¿Cómo los hallamos en el texto? Mediante la iconicidad, yo diría, mediante ese parecido entre los sonidos de la prosa y los aspectos a los que se refiere: en las descripciones, en las acciones, en las caracterizaciones. Pero es un trabajo para picapedreros.
LA. Uno se da cuenta cuándo un texto tiene ritmo y cuándo no lo tiene. Ahora, cómo sostienes eso ante una clase, no sé. Cuando uno corrige sus textos dice aquí sobra una palabra. Está sonando mal, está chirriando. ¿Cómo se formaliza eso? No sé. Pero luego los lectores se dan cuenta también.
AE. Yo no tengo en cuenta mucho esas cosas…
LA. No. Él tiene una prosa muy cuidada. Si tú lees su prosa es muy musical. Tiene dos libros de cuentos, “Lecciones de origami” y “Dos árboles y otras formas”, que son una belleza. Los dos publicados en Peisa.
WD. Peisa parece una editorial muy cuidadosa con su catálogo. Será un don de Coronado.
LA. En efecto, es alguien que apuesta por la literatura más que por las ventas.
AE. Yo tengo una anécdota. Mis dos libros los mandé a varias editoriales famosas, y nunca los publicaron. Yo preparé un artículo para la presentación de Yushimito, y ahí conocí a Coronado, le gustó mi texto. “¿No tienes algo para publicar?”, me dijo. Le mandé mi libro. Me contestó de frente: “Tu libro no se va a vender, pero me va a dar mucho gusto publicarlo”.
WD. Debemos hacer un brindis por Germán Coronado.