La eternidad atrapada en “Rizomas del páramo”
Por Gabriela Caballero Delgado
Cuando preparábamos la edición de “Rizomas del páramo” del poeta tacneño Segundo Cancino, Willy González, editor de Cuadernos del sur, me preguntó qué imagen venía a mi mente luego de leerlo. Le escribí lo siguiente: “En medio del desierto se muestra una especie de oasis, donde crece un híbrido entre ciudad y pueblo. Del lado de la ciudad surgen rascacielos, y a su sombra languidecen los geranios junto a botellas vacías; en una torre de la catedral se posa un gallinazo; hay grafitis en las paredes. Del lado del pueblo, sobre el horizonte se recortan algunas casitas de mojinete, el río nace de una de sus puertas, por sus ventanas salen bandadas de búhos y murciélagos. Algunos de ellos sobrevuelan también en la ciudad. Alrededor de este oasis, en el desierto, el viento se lleva flores de buganvillas y siemprevivas. El sol con una lengua de sierpe y la luna adormilándose al filo de algún barranco. En medio de la arena, la silueta de un hombre y su perro, sin que se sepa si van hacia la ciudad o se alejan de ella. Rizomas en todos lados”.
“Rizomas del páramo” se nos ofrece bajo la forma de haikus y tankas, divididos en dos cuadernos: “Briznas de siempreviva” y “Tiempo de queñual”. En ellos conviven el asombro de un instante de contemplación, una emoción profunda, la eternidad atrapada en un pálpito. Tal vez por esta razón, los números sean tan importantes, no solo en la distribución de la misma cantidad de poemas para cada cuaderno (noventa y dos), sino, principalmente, en la recuperación de la métrica como forma de expresión.
Como en sus libros anteriores, Cancino encuentra una forma particular de repensar sus diferentes acercamientos a los temas que lo han atraído desde siempre: el desierto y el páramo; la ciudad y el ande; la reminiscencia de los ausentes; el silencio como una forma de comunicar o de ser; la construcción de una identidad que se fragmenta y reinventa constantemente; el olvido y el desarraigo; las máscaras sociales; el destino del hombre en relación a la tecnología y al siglo que estamos viviendo; las lecturas y el lenguaje… Por otra parte, hay en este poemario un valor singular: a la intertextualidad que lo caracteriza, el autor le ha agregado un diálogo con sus propios libros convirtiéndolo así en una manifestación de arte poética, donde los poemas se vuelven laberínticos rizomas que entrelazan y deconstruyen toda su producción literaria para exponer las claves de su poesía.
Me he aproximado a este libro con calma, tocando sus delicados poemas en distintos tiempos. De haberlo hecho de otro modo, hubiese perdido parte de su valor estético y el concepto guardado en cada poema se habría vuelto una sombra indefinida, desvaneciéndose inevitablemente frente a la ceguera de mis ojos. No será la última vez que vuelva a ellos para ver cómo mudan de piel con cada nueva lectura. Ya dijo Heráclito que no es posible bañarse dos veces en el mismo río, pues la vida, como todas las cosas que en ella suceden, no vuelven a repetirse.