FE Y VALORES FAMILIARES

Por: Javier Del Río Alba – Arzobispo de Arequipa

En su mensaje para la primera Jornada Mundial de los Niños, convocada por él para este 25 y 26 de mayo, el Papa Francisco nos recuerda que todos somos valiosos a los ojos de Dios y que «nadie puede existir sin alguien que lo haya traído al mundo, ni crecer sin tener otras personas para amar y sentirse amado». Hemos sido creados por Dios a través de nuestros padres y para que vivamos en el seno de una familia que tiene su origen en el pasado y se proyecta al futuro. De ahí la importancia del diálogo intergeneracional en el que Francisco insiste con frecuencia, porque son los mayores, especialmente los padres y abuelos, quienes están llamados a transmitir la fe, el amor y las tradiciones familiares a sus descendientes.

Les dice también el Papa a los niños, y a través de ellos a nosotros, que para ser realmente felices es necesario estar unidos a Jesús y, para eso, es fundamental «rezar mucho, todos los días, porque la oración nos conecta directamente con Dios, nos llena el corazón de luz y de calor y nos ayuda a hacer todo con confianza y serenidad». Sólo unidos a Dios, a quien el Papa nos invita a llamarlo Abbá (papá), como hacía Jesús, es posible construir una nueva humanidad, una sociedad más justa y fraterna, y esto se hace dando pasos pequeños cada día, aprendiendo desde niños a «saludar a los demás, pedir permiso, pedir disculpas, dar gracias» y reconocer «que necesitamos los unos de los otros». En otras palabras, sigue diciendo el Papa, «no podemos llegar a ser felices en solitario, porque la felicidad crece en la medida en que se comparte»; en cambio, si no sabemos vivir en comunión con los demás y compartir con otros los dones que hemos recibido, «estaremos siempre insatisfechos y nunca nos serán suficientes».

De ahí la importancia de cultivar la amistad, que sólo crece «compartiendo y perdonando, con paciencia, valentía, creatividad e imaginación, sin miedo y sin prejuicios». Y la importancia también de no olvidar a quienes pasan por momentos de necesidad y sufrimiento, especialmente a aquellos que «aun siendo tan pequeños ya están luchando contra enfermedades y dificultades, en el hospital o en su casa, a quienes son víctimas de la guerra y de la violencia, a quienes sufren el hambre y la sed, a quienes viven en la calle, a quienes se ven obligados a ser soldados o a huir como refugiados, separados de sus padres, a quienes no pueden ir a la escuela, a quienes son víctimas de bandas criminales, de las drogas o de otras formas de esclavitud…a todos esos niños a los que todavía hoy se les roba la infancia cruelmente».

Los resultados de la reciente Encuesta Mundial de Valores confirman que los valores derivados de la religión y la familia siguen teniendo un peso significativo en el Perú (U. Torrado, Valores en el Perú, El Comercio, 23.V.2024, pág. 19). Es una buena noticia que debe alentar a los padres y madres, abuelos y abuelas, y a los responsables de las diversas comunidades de fe, a continuar transmitiendo los verdaderos valores y a proteger a las nuevas generaciones de lo que el Papa Francisco ha llamado muchas veces “colonialismo ideológico” que pretende construir un mundo de individuos sin Dios y sin familia.

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