La Inteligencia Artificial y el Arte

Por Mario Calapuja

En las redes sociales encontramos mucha publicidad sin sentido y es poco usual que te asuste o genere alguna reflexión. Después de todo están hechas para ganar tu atención y que gastes tu dinero. Pero la publicidad sobre la inteligencia artificial generativa de texto (IA) despierta interrogantes sobre el aporte de esta nueva tecnología: ¿Existe en ella un trabajo creativo? ¿A quién pertenece el resultado final? ¿Produce arte? Y, ¿realmente la IA entiende su trabajo?  Preguntas que en mi opinión deben ser respondidas o por lo menos conocidas.

Algunos mensajes que hallé en redes decían: “Como crear y publicar libros sin escribir una sola palabra usando Inteligencia Artificial”, y otro: “Convierte el contenido del Chat GPT en best-sellers”. Parece que con el mínimo esfuerzo generas un ingreso al vender libros. Pero cuando tuve tiempo de pensarlo entendí lo que implican.

Atendiendo solo a los avisos encuentro respuestas fáciles. ¿Cómo se puede crear y publicar un libro sin escribir? Se infiere que no existe creación sino basta con el plagio. Respecto al segundo aviso llegamos a la misma conclusión: un “copia y pega”.

Quiero dejar claro que, bajo mi lógica, en este proceso de “creación” existen dos actores. Uno es la Inteligencia artificial generativa de texto a la cual considero una herramienta; y luego tenemos al usuario que en este caso es una persona. Pero sucede que, en mi conocimiento, en la literatura no existe una herramienta que pueda suplantar a la originalidad de un texto.

Podemos hacer un símil con la Cámara Oscura que usaban pintores del siglo XVI para hacer un modelo de guía y realizar su obra, sin embargo, para llegar al producto final los artistas tenían que realizar un trabajo y convertir al modelo primario en algo superior, otorgándole el aura adicional que reclama el arte.

En el caso de la literatura podemos pedir un texto a la IA y modificarlo a nuestro antojo; en otras palabras, tomar ese modelo guía y transformarlo a través del esfuerzo en algo extraordinario. Al producto sí lo considero un trabajo creativo.

Una curiosidad respecto a la creatividad. Por definición se trata de una actividad intencional que produce algo útil y a la vez novedoso. La IA generativa de texto es provista previamente con una cantidad inconmensurable de datos y con ellos genera lo que solicitamos. Por lo tanto, se entiende que la IA no puede crear cosas más allá de esos datos.

Por eso existen problemas respecto al uso de la IA como herramienta. Tomando la idea de Marshall McLuhan en su libro “Comprender los medios de comunicación”, de que un invento o tecnología se convierte en extensión del cuerpo físico y a la vez una amputación de este, entiendo que al usar la IA perdemos algo o, en el mejor de los casos, se reduce algo. Por ejemplo, con la aparición de las máquinas de escribir la escritura a mano fue progresivamente decayendo, esto dejó a la caligrafía como algo exótico. Luego, con los smartphones y su capacidad de mantenernos siempre conectados a internet pasamos a generar una dependencia y una degeneración en la memoria. Basta ahora con revisar el Historial.

Ahora, supongamos que a una autoridad literaria se le entrega dos novelas para que indique cuál de ellas fue generada completamente por una IA y cuál fue creada por un humano. Seguro que muchos habrán identificado la famosa prueba de Turing en este ejemplo. Si hallamos diferencia entre ambas novelas no habría mayor problema. Pero si no logran encontrar una diferencia, podríamos decir que la IA es todo un literato y quizá uno bueno.

Consideremos que la IA logra engañar a la autoridad literaria que califica a la novela presentada como excepcional. Si este fuera el caso, ¿la IA entiende realmente lo que hace? Es decir, entiende su propia creación. Para esto usaremos el Cuarto Chino, experimento mental de John Searle publicado en su artículo “Mentes, cerebros y programas” en el cual explica que si una máquina puede realizar una acción, no significa necesariamente que la comprenda, es decir carece de metacognición. Entonces, el que la IA pueda dar respuestas o genere textos complejos no significa que los comprenda. Incluso si logra engañarnos y creamos que fue producto de un literato creativo, no existe la reflexión o profundidad crítica propia del humano literato.

Dicho esto, puedo decir que la IA es tal vez una gran herramienta, pero está en desarrollo, aún no conocemos todo su potencial, por tal motivo debemos estar preparados como sociedad para integrarla y garantizar su buen uso. Esta tecnología debe servir para mejorar al ser humano, aumentar sus capacidades y dar lugar a la creación de cosas superiores. Aunque la posibilidad de que la IA deje de ser una herramienta y logre superarnos debido a la perdida de nuestras capacidades está siempre latente.

Quien sabe, quizá en un futuro, espero lejano, la IA termine recibiendo un Premio Nobel.

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