LO PRIMERO QUE PENSAMOS (1° PARTE)

Por Dr. Juan Manuel Zevallos Rodríguez.

El modo y la forma en que te juzgas define tu forma de ser, las decisiones que tomas y el valor que le das a cada acto que realizas. El modo y la forma en que el mundo te juzga determina los límites de tu desarrollo personal y social. Si conjugas ambas, verás que tu especio de desarrollo en el mundo será pobre y tus esperanzas de éxito significativamente escasas.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

Recuerda que existe una ley de causalidad que se aplica también a tus decisiones y a la forma en que te ves frente a un espejo. Cuando dices que eres un ganador y no evidencias el coraje, la entrega, el sacrificio, en fin, el compromiso del que gana; el mundo, aquella sustancia que aún no acabamos por descubrir y que tiene tantas leyes que ignoramos pero que gobiernan nuestra existencia, duda de lo que dices, y el logro que deseas alcanzar lamentablemente no se da.

Algo totalmente distinto sucede cuando dices “soy un ganador”, y en esas dos palabras involucras tu vida, tu compromiso con la humanidad, tu humildad y tu sacrificio personal; cuando haces todo ello el mundo entiende lo que eres y te regala tus sueños, tus metas y las posibilidades de lograr algo todavía mucho más importante.

Evidenciado de esta manera podríamos decir que el mundo, la vida, el destino o como quieras llamarlo, recompensa tu esfuerzo, tu entrega y la veracidad de tus palabras, así como la fuerza de tu pensamiento.

Tu pensamiento, ese procesamiento cerebral superior que nos diferencia de los seres menos desarrollados es un poderoso medio para alcanzar nuestros sueños y para definir nuestras vidas. La verdad asociada a un pensamiento noble tiene una fuerza increíble, tiene el don de hacer realidad milagros y de generar esperanza.

Por otro lado, la maldad asociada a pensamientos negativos, nos lastima, nos hiere y genera caos en nuestro medio entorno disminuyendo nuestras posibilidades de desarrollo y opacando nuestra visión de la realidad.

Hacer un buen uso de nuestro pensamiento es una tarea que involucra un compromiso importante, no sólo con nuestra vida personal y aquel proyecto de vida que un día labramos en la dura roca de nuestra adolescencia, sino también involucra un compromiso para con los demás seres que nos rodean.

Si proyectamos pensamientos nobles iluminaremos la oscuridad en la cual posiblemente nos hemos venido desarrollando, con esa luz no sólo nos guiamos por los senderos parcos de la existencia, sino que a la vez iluminaremos los senderos de las personas que nos acompañan en este largo caminar.

Generar pensamientos nobles y hacer el esfuerzo más grande por hacerlos realidad requiere de un gozo personal por dar el mayor esfuerzo, la mayor entrega. A la vez involucra tener esperanza y fe en los actos de muchas personas en virtud de los cuales nuestro proyecto de vida puede consolidarse fácilmente.

De seguro que te ha pasado, aquel día que te levantaste de buen ánimo, que saludaste y sonreíste a todas las personas con las que te encontrabas en el camino, aquel día que deseabas el bien a tus compañeros de trabajo y que animabas a cada miembro de tu familia para enfrentar aquel problema que tenían, ese día te sentiste de seguro feliz, inmensamente feliz y satisfecho no sólo por cada acto que hiciste, por tu trabajo o por tus relaciones interpersonales, ¡te sentiste feliz por dar!

Uno de los mayores secretos de la humanidad es el secreto de dar. Aquel que da siempre recibirá. El que da bien recibirá bien. Cuando actúas de modo nocivo tarde o temprano recibirás lo que te mereces, tarde o temprano comerás del fruto de la semilla de maldad que sembraste.

Hay que entender que la vida es un milagro que no me canso en descubrir día a día. Este planeta en el cual vivimos es un oasis en el universo, lleno de vida, de esperanzas, de proyectos y de gratitud.

Claro que también podríamos definir a nuestro mundo como un planeta de soledad, de caos, infelicidad y soberbia.

Si definimos nuestro mundo de la primera forma de seguro que seriamos optimistas, tendríamos una sonrisa a flor de labios y nos comprometeríamos a mantener esa belleza por los siglos de los siglos y más.

Si definimos aquel mundo que nos rodea de la segunda forma, podríamos ser seres humanos llenos de infelicidad, desesperanza y humillados; seres humanos condenados a destilar odio y rencor por las cosas que nos han tocado vivir. Personas al fin y al cabo que nunca pudieron superar alguno de los obstáculos que les regalo la vida para ser mejores. Personas amargadas con un sistema que los agobia, que los exprime y que los condena a seguir cargando las cadenas de la esclavitud.

Nuestra vida, tu vida y la mía, son maravillosas. Cada día volvemos a nacer. Cada día tenemos una nueva oportunidad de corregir los errores del pasado, de hacer algo novedoso, de equivocarnos no por malicia sino de errar como medio necesario de aprendizaje en busca de nuestra realización.

Cada día volvemos a disfrutar ese regalo maravilloso que es la vida, ese latir en nuestro corazón, el flujo de oxígeno en cada célula de nuestro cuerpo, la magia divina de ver y definir el mundo en un abanico interminable de colores.

Podemos rezar, correr, saltar y jugar. Compartir momentos inolvidables con cada ser humano que nos rodea. Tenemos la potestad de regalar palabras bellas y de sonreír interminablemente. Podemos improvisar un discurso eterno y declarar nuestro más grande amor por el milagro llamada vida.

Claro, todo eso podemos hacer y muchas cosas más si así lo decidiéramos. Pudiéramos formular pensamiento de disfrute de cada acto cotidianos de nuestro existir. Decirnos constantemente “qué hermoso es viajar en este bus” o “qué placer siento al ejecutar mi trabajo”. Quizá podríamos ir más allá y recitar a voz en cuello el Padre Nuestro en una iglesia o llevar una torta de cumpleaños a casa por el sólo gusto de compartir con cada familiar nuestro dicho presente.

DATO

Podemos hacer todo eso, no es difícil, tampoco es complicado. Es una forma de vivir, es una forma de decidir también. En nuestra esencia más profunda es una forma de proyectar pensamientos positivos a aquel mundo de lujo que se nos ha regalado sin precio alguno y del cual somos dueños y responsables de conservar.

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