Artista arequipeño pintó 500 payasos en su vida

Por Carlos Meneses Cornejo

ESPECIALES DE AREQUIPA

Willy Nava ha presentado más de 50 exposiciones en distintos países y ciudades de 3 continentes.

En la mañana del 23 de mayo de 1934, una cigüeña sobrevoló los cielos de Arequipa, entre los encargos que ese día tenía por repartir estaba el que debía quedarse en la calle Jerusalén 206, donde con ansias la esperaban los integrantes del matrimonio compuesto por Héctor Nava y Juana Benavente. Aproximadamente a las 10 horas ellos tuvieron entre sus brazos a quien sería uno de los grandes pintores arequipeños y que sería conocido popularmente como Willy Nava, pero que fue bautizado como Willy Juan Nava Benavente.

Willy formó parte de un grupo de 8 hermanos, de los cuales 2 murieron y solo sobrevivieron 6 y que descendían de artistas italianos entre los cuales había un pintor y dos hermanas que bien cantaban.

El pequeño Willy, que así llegó a Arequipa, demostró a los 5 añitos tener habilidades para el dibujo, pues pintó en una de las paredes de su vivienda a su abuela a la que mostró con cabeza desgreñada y con alguna dificultad alcanzó a escribir que era su abuela.

Estudió en los colegios de San Francisco de Asís, La Salle y el nacional de la Independencia Americana y su padre lo llevó de la mano para inscribirlo en la escuela regional de arte de una calle vecina, donde lo recibió quien era director y apellidaba Zamboneli, todo esto después de que su madre le pidiera que estudiara para médico, pero él fue ganado por la pintura.    

Su primer cuadro, una imagen de Cristo, gustó a su maestro Manuel Morales Guzmán a quien le regaló el trabajo, para luego comenzar a hacer caricaturas que generalmente vendía por céntimos. Hoy el así nacido tiene 92 años y goza de una salud envidiable.

A temprana edad, cuando era colegial enamoró con la arequipeña Ruth Mercado, hija del poeta de Yanahuara, Guillermo Mercado, con quien casaron y tuvieron 3 hijos que viven en los Estados Unidos. El mayor es varón y está cerca de cumplir 70 años y las 2 menores son mujeres.  

Desde entonces no ha dejado de trabajar y de vivir de la pintura, especialmente, de cuerpos de figuras que eran payasos, en los que destacaban largos brazos y piernas y, además, tenían la característica de nunca ser igual de otro por él hecho.

Nava comenzó, también, a reproducir aspectos de su ciudad nativa y no se cansó nunca de hacer amigos, joven aún viajó a Venezuela, lugar que fue escenario de la mayor cantidad de sus trabajos que calcula en 5 mil que han sido mostrados en América y también en países como Estados Unidos, Ecuador, Puerto Rico, Italia, Brasil, Argentina, pero nunca ha dejado de venir a Arequipa entre 2 y 3 veces al año, cuando pisa suelo arequipeño se aloja en un hotel que lo considera como suyo y donde tiene una tarifa diferenciada por haberles hecho trabajos a sus dueños.

El número de sus amigos, según propia declaración, es incontable y aquel que no lo conoce lo obliga a dirigirse a él por su nombre artístico: “Willy Nava”; siempre fue travieso y así como le jugó una broma inicial a la abuela, en el colegio La Salle un día no pudieron tocar campana, pues Willy había quemado el badajo de soga.

Nava dice haber tenido muchos amores fugaces, se divorció de su primera esposa y se casó en segundas nupcias con Delma Berletti, una periodista del diario nacional de Caracas, a quien por cierto hace 30 años que no ve.

Nava asegura que calcula que en total tiene alrededor de 500 pinturas de payasos, todos son diferentes y desde luego no solo por las caras sino por los cuerpos que logró. También pinturas de él existen en el club Arequipa, en la casa del Moral y hasta en el hogar de quien firma esta nota.

Como todo pintor dice que todo rostro es un enigma para quien hace un cuadro y no acepta compararse con un fotógrafo, pues la diferencia sustantiva es la interpretación de cada una de las líneas que él se empeña en resaltar porque dice que hablan por sí solas.

Afirma que tiene un sueño por cumplir y es alcanzados que sean sus 100 años, volver a Arequipa, pero para formar y enseñar a niños pobres los secretos de los colores y las sombras para que puedan ser sucesores de los grandes pintores arequipeños.

Gusta de reír y de comer platos arequipeños en los que se ha especializado tanto que para él no hay mejor preparador culinario, que él mismo; tiene rostros pintados para Neruda, Nixon, cuando el presidente estadounidense vino a Perú se estrecharon las manos y Nixon se llevó un payaso.

Alguna vez le avisaron que una trapecista bella se cayó en el circo en el que actuaba y murió. En respuesta al hecho «mató» a los payasos que estaba acostumbrado a pintar; no le extraña que arequipeños residentes en esta ciudad lo traten con igual afecto tanto los aquí nacidos como los recién llegados, pues se presenta como hombre solícito y no vacila en tocar cualquier timbre para conseguir ingresar a un sitio y pintarlo.

Cuando le preguntan por un maestro suyo se refiere elogiosamente a Percy Murillo, un pintor aprista que lo ayudó en la Escuela de Bellas Artes y del que guarda el mejor de los recuerdos.

Él calcula que sus pinturas llegan a las 5 mil y las tiene de todos los tamaños. Willy Nava ha estado en Arequipa y esta vez se ha ido convencido de que su sueño de enseñar pintura a niños está cerca de convertirse en realidad. Solo quiere que le den una manito y que los que tienen más dinero que él se animen a impulsar su empeño y sus deseos.

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