Robo de ideas
Por: Rubén Quiroz Ávila
Así como existen grupos de seudocientíficos que establecen organizaciones delictivas para publicar sus papers, a la par, más sutiles y con tácticas invisiblemente predadoras, hay quienes, deshonestamente, están tras la usurpación de ideas, tanto intelectuales como de innovación. En el caso del plagio de ideas, el rastreo de esas malas prácticas suele mostrarse cuando, a pesar de la publicación de la bibliografía previa, estas no son citadas ni referidas, son más bien, a propósito, dejadas de lado, como si no existieran.
Es un plan orquestado para apropiarse de las ideas de otro, en el que incluso se repiten hasta los mismos argumentos del autor original. De ese modo, marginan a quien tuvo la idea inicial. La sorpresa desagradable incluye hasta el orden del argumento invisibilizado, que es replicado descaradamente sin citar al creador primigenio.
Aunque se quiera hablar poco sobre estas prácticas inmorales, estas persisten y están impregnadas en los circuitos tanto académicos como empresariales. En todos los casos estamos ante una situación que deforma el sistema de ciencia e innovación y es un evidente atentado contra la comunidad científica y social.
Desdichadamente, como ha sucedido con la fábrica y el mercado de papers, estas mañas lamentables no tienen control ético previsto y, por ello, no existen dispositivos de intervención establecidos. Ni qué decir de los aparatos de vigilancia gubernamental, que han sido sobrepasados por estas desviaciones diseñadas para destruir el sistema de pensamiento que busca el bien común.
No se trata solo del plagio en la redacción –en la que ya hay, cuando menos, softwares de detección, incluso son detectables los fraseos creados ya por la IA–, sino también del robo sigiloso de ideas nucleares, innovadoras, originales, inéditas, de otros. Es un acto de apropiación premeditada en la que no se reconoce la autoría inicial.
Así, los cazadores de las ideas ajenas pululan sistemáticamente con sus deshonestas estratagemas en espacios de discusión académica o de innovación. Sumamente atentos a cómo se mueven las nuevas ideas que no son suyas, estos rapaces ignoran a propósito los protocolos básicos del respeto al trabajo del otro. Y así han ido sobreviviendo en un ecosistema que no ha madurado sus procedimientos de verificación. Por ello, propongo un gobierno científico para que no florezcan y permanezcan estas detestables prácticas.
La comunidad científica continúa siendo asolada con atentados antiéticos y delictivos; por eso tiene que defenderse a sí misma, y eso pasa por aceptar, con firmeza, que las ideas brillantes de los colegas y nuestros pares deben ser constantemente reconocidas, registradas como aportes importantes en la comunidad de debate, y admitirse con orgullo y agradecimiento que las ideas provienen de muchas mentes extraordinarias y deben, sin dudarlo, ser públicamente admitidas.