POR QUÉ NO VIVIR EN EL PASADO (1° PARTE)

Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez.

El tiempo es un bien invalorable. Con dinero podemos comprar todo aquello que el hombre a inventado pero el tiempo, el tiempo nunca podrá ser comprado. El tiempo es maravilloso, el tiempo es vida, el tiempo es una colección imperdible de escenas en donde la vida se recrea y se disfruta.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

La gente suele no apreciar el paso del tiempo y en la mayoría de veces prefiere quedarse en el pasado, en aquellos años de luces, de fantasía, de ensueños y de valor para creer. La gente suele decir sin mucha conciencia en sus palabras que “todo tiempo pasado fue mejor”.

Vivir en el pasado enferma, limita y subyuga a aquel ser humano que convive con ese pensamiento. Vivir del pasado quita la posibilidad de vivir en el presente. Aquel que añora el pasado no puede vivir plenamente cada experiencia, se aferra a un tiempo inexistente, a experiencias que un día fueron maravillosas y que ahora son sólo recuerdos.

Aquel que decide vivir en el pasado hace un acto de fe por un don inexistente. Aquel ser humano que inevitablemente naufraga en la isla del pasado en vez de lograr desarrollar su vida vuelca una tragedia personal a su vida presente y en consecuencia alimenta sus experiencias diarias de frustración, soledad y tristeza.

Vivir en el pasado entorpece la lucidez de la mente, aferra nuestras vivencias a una belleza que con el paso del tiempo ha envejecido y que reclama una valoración distinta.

Y es que vivir del pasado, de los triunfos que un día se dieron, de las alegrías repartidas con amigos hoy ausentes, de las cenas familiares ya extintas, puede en un inicio generar un gozo, una melancolía saludable y un regocijo, pero el permanecer en dichas experiencias y compararlas quizá con las ausencias que contemplamos en nuestro presente genera inevitablemente dolor, entonces la melancolía se profundiza en el alma y el espíritu sangra con gotas de llanto e indiferencia.

El pasado tiene una riqueza, el pasado representa nuestras raíces, las sustancias de las cuales nos alimentamos, la inocencia y los juegos interminables en los parques sin responsabilidades y sin compromisos con el mundo. Vivir en el pasado significa agotar la imaginación y extender la alfombra de los sueños pendientes en nuestro patio de juegos. El pasado compuesto por gratas experiencias representa un espectáculo maravilloso que da gusto evocarlo, por el contrario el pasado envuelto en momentos de llanto, desesperanza y frustración significa una oportunidad invalorable de aprender para evitar caer en circunstancias futuras similares. De una u otra manera el pasado debiera de significar para cada uno de nosotros una añoranza de las alegrías interminables.

Sería ideal viajar mentalmente al pasado durante unos segundos con el fin de recoger cada una de aquellas experiencias vividas para alimentar nuestro presente, para valorar de mejor modo nuestras nuevas oportunidades y tal vez, algunas ausencias. Lo trágico es que, al rememorar el pasado, sin comprender que cada época de la vida tiene sus riquezas, generamos muchas veces un disvalor de los bienes y las experiencias alcanzadas día a día. Nos decimos neciamente ¡qué triste es esta vida! Y complementamos nuestro lamento exclamando ¡quién fuera nuevamente niño para no sufrir del modo que estoy hoy sufriendo!

Pero ¿la vida presente es realmente una tragedia?, personalmente no lo creo. El presente tiene la capacidad de brillar y opacar tanto al futuro como al pasado si así lo deseáramos. El presente es una nueva oportunidad de vivir, es un tiempo preciso, conjunción de experiencias pasadas, de conocimientos presentes y de emociones encendidas por encontrar en cada segundo la alegría deseada.

Vivir del pasado significa arriesgarnos no sólo a querer quedarnos en esa fase de nuestra vida por las experiencias bonitas y refrescantes, sino que significa también aferrarse inconscientemente a dolores, a heridas sentimentales no resueltas.  Nuestro pasado es para muchos una caja de Pandora que busca la mínima oportunidad para abrirse para gobernar cada momento de nuestra existencia.

¿Cuántos de nosotros hemos visto crecer nuestra vida como las sombras con el sol del atardecer y de pronto hemos visto solo oscuridad cuando hemos alojado la semilla del pasado en las arenas fértiles de nuestro presente?

¿Cuántos de nosotros hemos apagado la luz de nuestras vidas al descubrir inocentemente que nuestro pasado era más bello que nuestro presente?

En fin ¿cuántos de nosotros hemos llorado amargamente al descubrir que el pasado es una cárcel que coacta las capacidades de cada ser humano?

El pasado es una inexistencia, es una quimera inalcanzable, es como desear la eterna juventud física mientras vamos dañando nuestro organismo en el presente.

El pasado es el pasado y no hay que darle vueltas, no hay que escarbarlo. Las raíces de los árboles podrán parecer bellas, pero vistas de modo global no lo son. Nuestra vista del pasado puede ilusionarnos con la magia de aquel tiempo que hoy ya fue. Pero quiero contarles que escarbar en el pasado es como desear ver a un familiar que queríamos mucho y que hace algunos años ya murió, es querer volver a pasar un tiempo con él, es como decirnos era bueno ese tiempo, y así sin darnos cuenta vamos cavando en el lugar de su entierro, buscamos a ese ser querido y ¡oh sorpresa!, lo encuentro y que veo, algo que quizá nunca habría querido ver.

Nuestra visión del pasado nos lleva a contemplar visiones preciosas que al ser acercadas a nuestra realidad se convierten en visiones tenebrosas y de espanto.

El pasado es una fuente sabiduría a la cual hay que ingresar y salir pronto. El pasado es una fuente de aprendizaje inacabable para aquel que desea vivir plenamente el presente. Contemplar el pasado por segundos ayuda a enderezar nuestros pasos en el camino serpenteante de la existencia terrestre.

Volver furtivamente la vista al pasado nos ayuda a sonreír en tiempos de crisis. Contemplar fugazmente las alegrías del pasado nos ayuda a recordar que aunque hoy sea un tiempo de tristezas, habrá siempre un nuevo tiempo de alegrías, por qué la tierra gira y por qué los tiempos cambian y por qué siempre vuelve a salir el sol en el poniente.

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