Dina en el país de las maravillas
Por: Ántero Flores-Aráoz
Nuestra Constitución (inciso 7 del artículo 118) determina que es prerrogativa presidencial el dirigir mensajes al Congreso en cualquier época “y obligatoriamente, en forma personal y por escrito, al instalarse la primera legislatura ordinaria anual”. Agrega que el mencionado mensaje debe contener “la exposición detallada de la situación de la República y las mejoras y reformas que juzgue necesarias y convenientes para su consideración por el Congreso”.
Fue en cumplimiento de la norma acotada que la presidenta de la República, Dina Boluarte, el pasado 28 de julio cumplió por segunda vez con tal obligación legal, aunque sea solo en lo formal. Digo que solo en lo formal pues en relación con la situación del país no ha existido objetividad ya que todos sabemos que si bien ha habido aciertos –que no vamos a negar– también han acontecido situaciones difíciles que no fueron enfrentadas con éxito, las cuales no vamos a repetir pues casi cotidianamente son señaladas por la ciudadanía y por la prensa.
En cuanto al futuro, nos transmitió para el nuevo año gubernamental y los siguientes, infinidad de buenos propósitos y muchísimas metas, que, si bien todos deseamos, son muy difíciles de lograr y menos cuando no se percibe que el Estado contará con los recursos para ello. Y máxime cuando ya el crédito nacional e internacional están alcanzando niveles de alerta y, la recaudación tributaria no crece significativamente. Como dice el antiguo aforismo “soñar no cuesta nada”, pero cuando se trata de obras públicas y gastos, claro que cuestan y los sueños pueden convertirse en pesadillas.
Lo señalado en el párrafo precedente es la razón del título de esta columna, que no tiene por supuesto la intención de cambiar el título a la famosa obra de Lewis Carroll, como tampoco doña Dina es la aún más famosa Alicia.
Al tener quien ejerce la Presidencia de la República la obligación constitucional de dar su mensaje a la Nación a través del Congreso y leerlo en forma presencial, constituye un deber correlativo de los parlamentarios estar presentes en el Congreso y escucharlo. Sin embargo, prácticamente un tercio de los parlamentarios no asistieron al Pleno del 28 de julio y muchísimos más durante la lectura del mensaje tomaron las de “Villadiego” y escaparon, presuntamente para no dormitar de aburrimiento, lo que no los libera de una pésima nota.
Como quiera que el Gobierno central, no cuenta con propia bancada parlamentaria, los ministros la sustituyeron en los innumerables aplausos durante la densa lectura del mensaje. Con gran entusiasmo, por cierto, al punto que ya parecía una “portátil” ,pero que no lograba despertar a quienes cayeron en los brazos de Morfeo.
Se supone que los ministros de Estado era la segunda vez que escuchaban, o por lo menos leían, el discurso, pues este tenía que ser aprobado en el Consejo de Ministros. Bueno pues, no sé qué habrán escuchado o leído la primera vez, dado que hubo infinidad de repeticiones, lo que es inexcusable para quien o quienes tuvieron que armar o ensamblar las diversas piezas de ese discurso, las que habían proporcionado cada uno de los sectores gubernamentales. Sin tanta repetición el mensaje hubiera sido más “digerible”, recibiendo mayor atención y menos bostezos.
Lo del Ministerio de Infraestructura no deja de ser muy interesante, ya que se tendría una autoridad central para realizar obras públicas, por lo menos la llamada “obra civil”, como ya sucedió exitosamente hace varias décadas, cuando existía el Ministerio de Fomento y Obras Públicas. La nueva cartera ministerial, de ser aprobada, debería contar con personal trasladado de otros ministerios, pero ni un funcionario más. Ya tenemos el triste antecedente de la regionalización, en que se transfirieron atribuciones y recursos, pero no personal, con la penosa y costosa consecuencia de que se contrató personal en las regiones, pero se mantuvo a los de los ministerios, a quienes se les encajó tareas intrascendentes que sufrimos todos los administrados, con más trámites, procedimientos y requisitos absurdos.
Nos pareció acertado que se haya anunciado obras para los departamentos andinos del Perú, cuyos reclamos no habían sido atendidos, aunque se perdió la oportunidad de reconciliación con quechuas y aymaras en cuanto a incorporación de léxico digital que los quite de la lista de poblaciones olvidadas y con difícil futuro satisfactorio.
Dejo para lo último el gran acierto de la presidenta al ratificar y reiterar su apoyo a la inversión privada, sobre todo en la minería, que es la que genera empleo y con el empleo bienestar. Más claro ni el agua, sobre todo viniendo la presidenta Boluarte de una agrupación política socialista y que no cree en la actividad privada. Eso sí lo hemos aplaudido sin bostezos, pues es la ratificación de un indispensable cambio de rumbo para el desarrollo del Perú. La prédica de izquierda solo lleva al despeñadero y, cuando tal prédica se convierte en realidad tenemos solo que mirar a Cuba, Nicaragua y Venezuela
Se podría analizar punto por punto las expresiones del mensaje de doña Dina, pero ello sería como recaer en la enfermedad del sueño, aunque con un tristísimo despertar. No se los deseo a los amables lectores.