FAMILIA Y SOCIEDAD

Por: Javier Del Río AlbaArzobispo de Arequipa

Con motivo de las recientes Fiestas Patrias, en los medios de comunicación y las redes sociales se ha publicado numerosos comentarios sobre la situación del Perú. Comentarios de políticos y politólogos de derecha, izquierda y de centro, comentarios de autoridades, representantes de gremios, empresarios, emprendedores y ciudadanos en general. Prácticamente todos coinciden en que el Perú está pasando por una situación de crisis. Unos hacen énfasis en la crisis del sistema educativo, otros en la del sector salud, otros en las brechas sociales, la crisis económica, política, social o la falta de institucionalidad. En fin, una serie de crisis; pero me ha llamado la atención que ninguno haya mencionado la que, a mi parecer, está en la base de todas: la crisis de la familia, sobre la cual algo anticipé en esta columna la semana pasada y quisiera ahora detenerme.

Como escribí en esa columna, siempre se ha dicho que la familia es la célula básica de la sociedad. Resulta lógico, entonces, que si la familia entra en crisis también la sociedad lo haga. porque no tiene ese fundamento que la sostenga. Como enseña el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia: «La familia, comunidad natural en donde se experimenta la sociabilidad humana, contribuye en modo único e insustituible al bien de la sociedad» (n. 213). Lamentablemente, desde hace un buen tiempo se van introduciendo en nuestro país ciertas ideologías que atentan directamente contra la familia y la destruyen, con trágicas consecuencias para los esposos y, sobre todo para los hijos, lo cual necesariamente repercute en la entera sociedad. Frutos envenenados de esas ideologías son el así llamado “derecho a rehacer mi vida”, amparado en el cual uno de los cónyuges abandona al resto de la familia, la normalización de las relaciones sexuales antes del matrimonio junto con el uso de anticonceptivos y el pretendido “derecho al aborto”, que no es otra cosa que asesinar a un niño indefenso en el seno de su madre, los intentos de equiparar el matrimonio con otro tipo de uniones, incluidas aquellas entre personas del mismo sexo, la mentalidad de que los ancianos y enfermos son un peso que hay que eliminar a través de la eutanasia o el suicidio asistido, la falta de atención de los padres a la educación de sus hijos, etc.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que la familia es una institución creada por Dios desde el mismo momento en que creó al hombre y puso en el varón y la mujer la llamada a hacerse una sola carne y reproducirse, lo cual lleva consigo educar a los hijos y transmitirles la fe.  En ese contexto, conviene meditar sobre el modo en que se está llevando la vida familiar y en lo que hace poco ha dicho el Papa Francisco: «papá y mamá deberían tener tiempo para compartir con los hijos, para acrecentar el amor familiar» (Angelus, 21.VII.2024).  Los hijos necesitan recibir de sus padres y abuelos los valores humanos y cristianos, crecer en el seno de un hogar en el cual experimenten el amor y se ejerciten en él, en la ayuda mutua y la búsqueda del bien común. Familias unidas podrán forjar un buen futuro para la sociedad. Y para mantener la unión familiar, nada mejor que poner en el centro a Dios.

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