Taller: La trama frente a la vida real

La vida puede ser interesante. A veces la vida resulta emocionante y está cargada de acontecimientos. Pero pocas veces sigue una trama. Como un bocadillo porque tengo hambre; voy a trabajar y vuelvo a casa de nuevo, sintiéndome igual a como me sentí el día anterior; todo tipo de personas entran y salen del escenario a mi alrededor durante el día, pero eso parece más circunstancial y menos emocionante que lo que solemos encontrar en las novelas y en las historias cortas. Incluso la muerte, probablemente el único final verdadero que tenemos los seres humanos a nuestra disposición, parece producirse a menudo en medio de otras cosas, dejando muchas inacabadas.

Podríamos decir que la trama es como la vida real si, tal y como aconseja Elmore Leonard, eliminas de ella todas las partes aburridas. Pero eso nos vuelve a llevar a mi premisa, la que establece que ningún argumento es exactamente como la vida real. La trama es uno de los elementos de nuestro oficio que claramente separa el mundo real del ficticio. Cuando las personas te preguntan «¿de qué trata?» haciendo referencia a su propia existencia, ni siquiera están seguros de si deberían esperar una respuesta. Sin embargo, siempre se plantean esa pregunta cada vez que están ante una historia corta o una novela, y más vale que les demos una respuesta. Toda ficción de éxito tiene un objetivo, tiene una secuencia de acontecimientos fascinante y con significado. El propósito de este capítulo consiste en demostrar cómo se puede dar vida a la página dándole vida a la trama de nuestro relato.

Piensa por un momento en una historia con la que realmente disfrutaras, una de esas historias que recuerdes que no podías dejar, que tenías que seguir leyendo por su suspense. Es más que probable que tuviese una trama magnífica. Al leerla, un acontecimiento provocaba otro aún más interesante que el anterior; la situación se volvía más y más tensa y tú te preguntabas todo el rato cómo iba a acabar todo aquello.

Ése es el beneficio más tangible aportado por la trama. Aunque en algunos círculos literarios de alto nivel el término «libro que engancha» no es en absoluto un halago, la realidad es que algunas de las novelas más famosas —“Beloved” de Toni Morrison, por ejemplo, o “David Copperfield” de Charles Dickens o “Hijo nativo” de Richard Wright— funcionan muy bien porque tienen argumentos que arrastran irresistiblemente a los lectores, desde el principio hasta el final. Cuando leemos nos tiene que preocupar lo que está ocurriendo y lo que puede pasar a continuación. Y si eso no fuera así, las historias que leamos acabarán abandonadas antes de que las terminemos, recogiendo polvo sobre una estantería.

En el corazón de toda gran ficción se encuentra la emoción creada cuando realmente sentimos que el relato persigue algo específico, cuando sigue una trama. La forma en la que se produce es bastante sencilla, por lo menos en teoría. La trama aporta coherencia a la ficción uniendo a todos los personajes, los ambientes, la voz y todo lo que los rodea alrededor de una única fuerza organizadora. Sí, eso es, una única fuerza organizadora.

Después de todo, una historia corta, incluso aunque tenga un gran impacto sobre un lector, es en realidad un mundo muy pequeño y definido y lo mismo ocurre, sorprendentemente, con las novelas. Las obras de ficción no tratan, ni pueden tratar, sobre un millón de cosas y, por lo general, solo tratan de una cosa. Y esa cosa, la fuerza que lo aúna todo en una obra de ficción de éxito, es una única pregunta apremiante.

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