LO IMPORTANTE DE SER DIFERENTES (1° PARTE)

Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez. – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

Cada ser humano, cada criatura viviente, cada objeto y acto son únicos en el mundo, me atrevería hasta decir, “todo es único en el universo”. Nada ni nadie puede ser igual a otro, podemos ser muy similares, parecidos, pero no iguales.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

La base del desarrollo humano y de nuestra razón para estar en este planeta se basa fundamentalmente en nuestras diferencias.

Cada uno de nosotros, como ya lo hemos visto, tiene la capacidad innata de crear el mundo de acuerdo a su razonamiento, de acuerdo a su forma de sentir y percibir la “realidad que nos rodea” o de ambos.

El hecho de ser distintos, nos permite vivir una vida única, distinta a la de los demás seres que habitan en nuestro entorno. Nos permite disfrutar cada acto como una realidad irrepetible y por consiguiente maravillosa. Es tan fascinante el mundo en el cual nos toca desarrollarnos que no podemos copiar los actos, actitudes, pensamientos, sentimientos y percepciones de las personas que nos rodean a un cien por ciento, por consiguiente, nuestro actuar, aun similar, nunca podrá ser idéntico a otro. Eso ya es un milagro. Pero para que la vida sea todavía más maravillosa, tampoco tenemos la oportunidad de volver a vivir un momento de nuestra existencia del mismo modo que vivimos otro.

Cada acto que llevamos a cabo es único, indivisible, invalorable. Cada acto es una demostración de la voluntad de Dios, una voluntad basada en el amor y en la creación eterna.

Si pudiéramos valorar de dicho modo nuestra existencia, le daríamos se seguro un valor mayor no sólo a los actos de mayor trascendencia en nuestro existir, sino que, además valoraríamos de modo oportuno y significativo cada momento de nuestra vida y entenderíamos que no hay acto grande ni pequeño en el mundo, sólo hay actos, sólo hay experiencias.

Comprender el panorama antes descrito, interiorizarlo y plasmarlo en cada comportamiento, conllevaría de seguro una sensación de bienestar mayor, pero si todo fuese importante, ¿cómo distinguir lo más importante de lo menos importante?, ¿por qué hay prioridades en la vida? De seguro que las prioridades existen, y el concepto antes señalado no se contrapone a satisfacer nuestras necesidades vitales en primer lugar y a trabajar esforzadamente en el logro de nuestro proyecto de vida. Mas bien, las ideas se complementan, una con otra, ya que al vivir de modo consciente cada acto, al darle el valor que se merece nuestro actuar, la vida se volverá un sueño de creación constante en donde nuestra herramienta primera para lograr aquellos sueños que hemos elaborado durante tanto tiempo en nuestra mente será el valor a priori de nosotros mismos.

¿Cuántas veces nos hablado de la autoestima?

¿Cuántas veces hemos oído hablar a la gente que nos rodea que debemos aprender a querernos y valorarnos?

De seguro que muchas veces, pero ¿nunca nos hablado como aprendernos a querernos y a valorarnos?, nos han hablado del lugar de inicio de la carrera y del lugar donde se halla el banderín de la meta, pero nunca nos hablaron de cómo era el camino, si había que ir en línea recta o si el sendero se tornaba tortuoso. Con indicaciones tan poco precisas, de inicio y fin, es difícil llegar a alguna parte, es fácil perderse y ahogarse en un vaso de agua.

El problema es que la descripción del camino que debemos seguir no está detallada en lugar alguno, no hay instrucciones precisas ni una hoja de vida con un plano y señales por donde ir y que lugares o situaciones evitar. Eso no existe, “los mapas del tesoro” para hallar el botín de la realización personal son creaciones mentales que se alojan en un solo lugar del mundo, nuestra mente. Por dicha razón, nadie puede darnos las indicaciones de que camino debemos de seguir, ni si ante tal bifurcación en el sendero que seguía yo debiera de elegir a la derecha o a la izquierda. Si alguien viniera a “ayudarnos a tomar tal decisión” y luego se ofrecería generosamente a guiarnos por los senderos oscuros del camino de realización personal, lo único que haría dicha persona es llevarnos por su camino, por lo que le es conocido y por consecuencia, nos conduciría hacia su realización individual.

Nadie puede viajar con nosotros por nuestro camino personal de superación, sólo podemos tener consejeros cada cierto tiempo que nos ayuden a abrir las ventanas de nuestra mente para que ingrese el sol del conocimiento y que en virtud de un análisis consciente y personal, basado en opciones, bienestar y malestar posibles de darse, tomemos la mejor decisión.

Nuestro caminar es solitario, pero cada cierto tiempo podemos hacer brillar una luz. Esa luz puede ser nuestro encuentro personal, un acto de dar, un acto de recibir.

Pero no debemos preocuparnos, todo ha sido estructurado así desde el inicio de los tiempos. Nuestro cuerpo y nuestra alma son como un vehículo y un conductor. Nuestra alma sabe a dónde debe llevarnos, en ella está el conocimiento y nuestro cuerpo es el móvil que accionado de muchas formas nos transporta hacia el lugar indicado. Cuando trabajamos autoconocimiento y realización personal, llegamos a un momento dado en que, sin darnos cuenta, empezamos a tomar decisiones favorables para nuestro bienestar personal y social de modo regular. A veces no es necesario trabajar el análisis de cada acto, de pronto todo está claro, no hay dudas, la verdad prima.

El problema de mucha gente en el mundo es que piensa que es el carro, que cada uno de nosotros es a la vez el vehículo de transporte y el conductor. Vivimos por consiguiente confundidos, tomamos decisiones equivocadas, fracasamos regularmente y echamos la culpa al destino y al mundo.

El triunfo comienza con el fracaso es cierto, pero con un fracaso consciente, de aquel que se da cuenta de lo que hace, de por qué lo hace y que está consciente de sus limitaciones y que a la vez trata de alcanzar el mejor resultado tratando de llevar a la práctica la mayoría de sus capacidades a su máximo exponencial. Ahí comienza el camino del triunfo, en fallar de ese modo y en volver a intentar una y otra vez, hasta alcanzar el resultado esperado, en base al aprendizaje diario de cada nueva experiencia, mediante el análisis metódico del por qué hoy falle y mediante el compromiso indivisible con nuestra individualidad.

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