Los primeros autos que llegaron a Arequipa

Por Carlos Meneses Cornejo

ESPECIALES LOS AREQUIPEÑOS QUE YO CONOCÍ

Solo los temblores detenían el movimiento de carros y peatones.

En setiembre de 1913, un automóvil de la marca Ford conducido por Fernando Ortiz de Zevallos fue estacionado en el atrio de la Catedral, el vehículo subió y bajó por las escalinatas que dan a la calle de San Agustín. Después de haber sido admirado por peatones que paseaban por el centro de la ciudad, el auto cruzó calles con varias acequias hasta llegar a Tingo, según el historiador Juan Guillermo Carpio en el título que dedicó a Reynaldo Roberts Billig.

El Ford no podía subir cuestas y fue ayudado para moverse siendo propiedad de los médicos Mariano Lino Urquieta, Edmundo Escomel, Juan Luis Moscoso y Ladislao Corrales Díaz.

Uno o dos años después llegó un auto de lujo traído por Don Víctor F. Lira, constructor del asilo que lleva su nombre, mientras otros galenos como el doctor Hunter rechazó usarlo y prefirió seguir montando a caballo.

Para 1915 se constituyó una empresa de choferes que se llamó empresa inglesa de autos con 6 vehículos que fueron comprados en la agencia de la Ford Motors Co., de propiedad de Carlos Cusicanqui, que llegaron a Mollendo y que nombraron como gerente a don Guillermo Ruiz de Somocurcio, según lo indica el diario El Pueblo del 23 de agosto de 1916.

Los carros fueron numerados del 100 al 106 y ofrecían carreras a 20 céntimos cada una y a veces se brindaban precios especiales cuando un mismo pasajero alcanzaba las 10 o 20 carreras, hacían servicios nocturnos y diurnos y según El Pueblo del 13 de setiembre de 1916 se cambiaba los comprobantes de pago de 50 viajes por un abono de 10.

El fallecido periodista Walter Castillo Chávez dijo que entre esos primeros choferes hubo uno que fue su antecesor, se llamaba Eudocio Castillo Zegarra que se dedicó a trasladar hacia los cementerios los cajones de los muertos. En uno de tales viajes el ataúd cayó a un lado del camino porque las calles eran de tierra o empedradas y el cortejo era acompañado a pie. Eudocio tuvo que detenerse, bajar de la unidad para volver a subir el ataúd al vehículo y el chofer que tenía un brevete con el número 07 siguió rumbo al camposanto de La Apacheta.

En el año de 1918, se fundó en Arequipa el primer automóvil club del Perú lo presidía Alfredo Forga y era su vicepresidente Eduardo Belaúnde y lo primero que hizo el automóvil club fue poner cañerías para poder llegar al balneario de Tingo, camino que era interrumpido por acequias que no permitían que el vehículo se traslade con normalidad y rapidez.

Posteriormente, el 3 de febrero de 1916, el diario El Pueblo daba cuenta de la aparición de bicicletas y finalmente de una motocicleta que alteraban a los transeúntes con bocinas, timbres y campanas lo que antes hacían los relinchos y rebuznos de las cabalgaduras que había en la ciudad.

Al principio y en la segunda década del siglo XX, los automóviles que había en Arequipa se podían contar con los dedos de las 2 manos y se calcula que ahora son más de 200 mil lo que hace que el tránsito sea dificultoso a pesar de los semáforos y policías dedicados a controlar la fluidez del tráfico en las calles.

Luego llegaron los tranvías que primero eran jalados por caballos y caminaban por sendas de rieles que unían el Cercado con los distritos de Miraflores, Yanahuara, Paucarpata y a los que sucedieron los ómnibus que ahora sirven a la ciudad.

Todos vehículos motorizados o no se veían afectados cuando ocurrían sismos fuertes que obstaculizaban el tránsito no solamente de lo motorizado sino de los propios peatones que primero doblaban las rodillas para pedir misericordia, siempre mirando las torres de las iglesias por si se venían abajo.

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