Las humanidades en las universidades peruanas

Por: Rubén Quiroz Ávila.

REFLEXIONES

En la veloz competición por expandir más programas de estudios universitarios, ante la abierta formalización de una libertad extremada para crearlas, casi ninguna universidad propone carreras vinculadas con las humanidades. El supuesto es que no son carreras demandadas por el mercado y serían, por lo tanto, innecesarias.

Recordemos que hay tres mundos universitarios que conviven en el Perú: las societarias, asociativas y las públicas. La actual liberalización de la oferta intenta satisfacer y encajar con las necesidades laborales y, pareciera, que ya no es mundo para artistas, filósofos, literatos, lingüistas y de carreras análogas. Como si fuera un ajuste de cuentas platónico, las humanidades han sido desterradas de la república de las profesiones.

Las facultades de humanidades que todavía existen son en su mayoría en universidades públicas, en las asociativas hay todavía algunas y, prácticamente, salvo unas honorables excepciones, totalmente inexistentes en las societarias. Incluso, el destierro se ha ido expandiendo a reducir o eliminar sistemáticamente los cursos que tienen la condición humanística. En pocas palabras, vamos teniendo ingenieros, médicos, arquitectos y carreras afines que jamás vieron en su formación educativa cursos vinculados con el pensamiento crítico, el goce de pensar y crear, que no leyeron algún poema o un cuento, es decir, que no les dieron la oportunidad de disfrutar de la belleza de la lectura sin necesidad de medirla, de filosofar por el simple hecho de meditar por el placer y el desafío mental que provoca. Los han privado de un horizonte estético, de una posibilidad de leer el mundo más allá de cuadros estadísticos, de comprender los vínculos humanos no solo como una transacción, sino también por la virtud de establecer redes emocionales y espirituales.

La eliminación de la filosofía en los colegios ya fue error educativo que hasta la fecha no hemos podido resarcir como sociedad. Nos han hecho creer que las humanidades son inútiles para la vida, inservibles para una lógica industrial, pero ello es falso. Desde los orígenes de la humanidad, lo estructuralmente diferencial ha sido justamente esa conciencia ética, capaz de reconocer el valor de la justicia, la belleza, del pensamiento profundo, de las dimensiones artísticas de las cosas, de la textura y calidez de relacionarse unos con otros sin buscar ponernos un precio. Las humanidades han tenido un gran aporte, indispensable, crucial, esencial, en toda la historia y, al parecer, ahora van, lamentablemente, minimizando su importancia.

Por ello, aquellas organizaciones universitarias que todavía tienen carreras de humanidades son clave en mantener el prestigio y la trascendencia de estos modos de conocer y ser, las mismas que, a pesar del contexto hostil antihumanístico, conservan y mejoran los cursos que permiten que sus estudiantes tengan una formación que, justamente, hace la diferencia. Todo nuestro reconocimiento.

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