Somos peruanos, Tacna
Por Willard Díaz
Mario Carazas es un poeta joven de Tacna, que de uno a otro de sus libros ha ido progresando en su dominio del lenguaje y en su visión del mundo, hasta arribar en el último a un texto maduro y profundamente poético. Lo buscamos en su ciudad natal para conversar sobre dos de los temas notorios en su obra.
He notado que en este libro hay dos temas destacados. Uno es la ciudad, Tacna; y el otro es social, digamos, la visión que ofreces acerca de la situación nacional.
Sobre Tacna, en los poemas veo una especie de amor-odio por la ciudad. Una Tacna que es entrañable, querida, tu ciudad natal; y la otra que está alienada por grupos que deciden, que conservan ventajas a lo largo de los años, “los hijos de Tacna”. Poetizas esa doble cara: lado A y lado B.
-En efecto, hay en Tacna por un lado los valores patrióticos, que me parecen muy rescatables, pero muy exclusivos, de un grupo que prácticamente se ha ganado todos los galardones, aquellos a los que a veces simbólicamente se han llamado los “tacneños netos”, son los guerreros—tacneños. Y los que vienen después ya no son tacneños. ¿Qué seremos?, tacneños brutos, como que el peso neto está dentro del peso bruto.
La idea es que Tacna tiene esas dos frecuencias cuyo contraste muestra el racismo, muestra la discriminación. Como lo veo, es mucho el miedo a lo nuevo, el miedo a que “alguien” les quite los galardones legítimamente ganados.
Incluso en las investigaciones históricas hay mucho miedo. Por ejemplo, sobre la batalla del Campo de la Alianza solamente se habla de tacneños netos y se olvida a las otras clases sociales que han dado su vida allí: indígenas, campesinos muy humildes.
Trato de abrir ese panorama. Yo nací en Tacna, pero quiero investigar cosas que no se dicen y por qué no se dicen. Habrá cosas que tal vez no nos agraden, pero el investigador tiene que hacerlo.
Por ejemplo, acá la pintura casi no toca el tema urbano aunque es evidente que la ciudad está creciendo. Parece que hubiera solamente un núcleo fuerte que se aferra a las tradiciones y al resto lo ven como lo marginal. Pero justamente eso es lo que para mí fortalece a una ciudad: su diversidad.
En esos tiempos en que está un poco mal visto escribir poesía comprometida, poesía política, ¿por qué te aventuras en hacerlo?
-Creo que es necesario.
Creo que no vamos a deshacernos del Estado, es algo que nos viene dado; pero que afecta al individuo. Se trata de buscar una armonía en la cual las leyes del Estado no supriman al individuo. Podría decir que los extremos no van conmigo. Me pasa también con los feminismos. Por lo menos tiene que haber huequitos para el ser humano, el individuo, para que explore sus libertades. Rechazo el ocultamiento de las cosas.
Yo vengo de la dictadura de los noventa. Me comí toda la era de Fujimori y eso me creó una animadversión total hacia cualquier tipo de régimen autocrático. Aparte, supongo que eso tiene que ver también con la relación peruana entre el padre y el hijo. El pobre padre que trabaja y el hijo que es como una mochila que tiene que cargar. Así también para el Estado es como si el ciudadano común y corriente fuera una mochila que molesta.
Poca gente escribe hoy poesía política, con una posición. ¿A qué crees que se debe ese nuevo purismo en la poesía, esa especie de neutralidad que quiere siempre preservar a la poesía?
-Digamos que al rompimiento de las ideologías, lamentablemente. La caída del Muro de Berlín tiene mucho que ver con eso. La gente pareciera haber perdido para siempre las utopías; por eso tal vez ya no confía en la derecha ni en la izquierda.
Pero creo que hay que ver más allá de uno. Nosotros no estamos hechos de voluntad nada más; también vivimos en un contexto. Creo que por lo menos es necesaria la conciencia de que vivo en sociedad. No ando con los discursos de Jordan Peters, esas cosas no van conmigo. Creo que la especie “hombre” es parte de un contexto. No puedo engañarme con esa cosa tan simple.
Yo, que soy docente, veo alumnos que son más relajados que otros; y sin embargo ellos generalmente tienen más oportunidades, por cuestiones económicas. Y hay otros muchachos que, por la onda de estar con ellos, los siguen, y después cuando salen del colegio se quedan sin piso ya que en realidad sus opciones no han sido nunca las mismas. Creo que esa ceguera hay que evitarla. Ese es un tema en mi poesía.