¡No subestimen a Vladimir Cerrón!

Por  Manuel Gago

El Montonero


Vladimir Cerrón fue entrenado en Cuba, no para acometer revoluciones armadas –como hizo Fidel Castro en los años sesenta con el poeta Javier Heraud– sino para asaltar el poder por intermedio de las debilidades de la democracia y la volatilidad ciudadana. 

Cerrón aprendió a evadir a sus perseguidores atarantándolos, confundiéndolos, burlándose de ellos, llevándolos al desvío con gente que dice “allí lo vi”. Aprendió también a servirse de actores sociales dispuesto a acompañarlo o a ser utilizados. Tejió redes leales al socialismo, incluidos lugares de acogida para resguardar a cuadros comunistas en peligro, para no depender de alguna ayuda externa no confiable. Con tanta tecnología Cerrón es inubicable, como lo fue, sin tanta tecnología, Abimael Guzmán, ¿acaso el mayor de sus maestros? Lo de inubicable engrandece su figura entre los sectores extremistas. No olvidar: Guzmán era casi un mito por su paradero desconocido. La captura de Cerrón no será como la de un cualquiera. 

La dimensión política de Cerrón es superior al promedio. Para muchos es novedad su vinculación con la inteligencia cubana, experta creando percepciones, muñecos y psicosociales. No es improvisado. De su propia boca se entendía que iba hacia la patria socialista, fundamental en el ideario de Perú Libre que hinchó el pecho de los viejos marxistas frustrados por sus décadas de luchas infructuosas, pero ahora entusiasmados con la sangre fresca del nuevo paladín. Cerrón inscribió su partido en el Foro de Sao Paulo y, de seguro, chatea con los comunistas del Grupo de Puebla. Del liderazgo provinciano al continental.

Cerrón fue artífice del abortado frente de izquierda antes de las elecciones del 2021. Las resoluciones judiciales por corrupción y otros delitos acabaron con las aspiraciones de sus socios políticos, Gregorio Santos de Cajamarca y Walter Aduviri de Puno, y de él mismo. Verónika Mendoza, supuestamente asqueada de sus pares, se apartó del frente. ¿Quién, entonces, quedó disponible? ¡Pedro Castillo, la ficha del Movadef! Sindicalista de talla nacional por liderar la huelga de docentes del 2017. Lima desconocía sus vinculaciones con la secta maoísta. Las advertencias de El Montonero no fueron atendidas. 

A pesar de lo acontecido en las últimas décadas –dictadura socialista con Velasco, terrorismo maoísta y empeño en destruir los valores familiares, democráticos y libertarios desde un Estado tomado por la progresía– la ignorancia política es desconcertante. Los medios y los políticos ningunearon a Cerrón hasta que puso a Castillo en la presidencia. “Puso”, porque el supuesto profesor rural no fue elegido limpiamente. Antes, durante y después del proceso electoral del 2021 los senderistas, con nombre y apellido, hacen política abiertamente, sin necesidad de ocultarse tras fachadas. Triunfaron con la complacencia de los caviares, de una supuesta intelectualidad zurda y de los pobladores confundidos. Los médicos de familia cubanos, promovidos por Cerrón en Junín –con propósitos claramente políticos– sirvieron de mucho. 

Cerrón hace política dura y real. Estará trabajando nuevas maneras de burlar la voluntad popular de las elecciones 2026. Difunde el ideario perulibrista. Tiene recursos, ¿acaso provenientes del narcotráfico, extorsiones y “aportes voluntarios al partido”, de trabajadores en cargos públicos gracias al partido? Se desplaza con la seguridad de no ser avistado. En el principio acudía a radioemisoras y canales de televisión huancaínos en busca de entrevistas. De impertérrito –impávido e inconmovible, según la RAE– a tuitero, cantante y enamorador. Ideológicamente ha sido formado por sus padres y por los Castro, y está conectado con el socialismo internacional. A pesar de las acusaciones e investigaciones, Cerrón políticamente se ubica por encima de los cabecillas de izquierda y de la asombrosa medianía del caciquismo de derecha. Sabe hacia a donde va, el resto no.

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