¿Ha leído a Hans Fallada?

Por Fátima Carrasco

Un caso de éxito muy tardío del revalorizado Hans Fallada, quien la escribió en sus últimos meses de vida, en 1946, en pocas y accidentadas semanas que incluyeron uno de sus innúmeros ingresos hospitalarios. El prolífico y politoxicómano Fallada murió el 5 de febrero de 1947 de paro cardíaco, causado por una sobredosis de morfina, antes de que fuese publicada.

Nacido como Rudolf Disten en 1893 en Greifswald, Fallada fue el escritor alemán más popular durante los años veinte del siglo pasado. Miembro de Die Neue Sachlichkeit, el movimiento literario objetivo y realista —que reflejaría en su estilo— debutó en 1920 con el seudónimo de El Joven Goedeschal.

En 1931 se editó la popular “Pequeño Hombre ¿Y Ahora Qué?”, protagonizada por Johannes Pinneberg y Emma “Corderita”, un joven matrimonio inmerso en una de las peores etapas de la historia alemana, con el desempleo y la inflación como muy tangibles elementos de la novela: “…cuando Pinneberg se pasa una hora sentado en el tren, reúne todas las astillas posibles, que en conjunto producen una hoguerita muy aparente de ira, odio y amargura. Pero es una simple hoguerita. Después avanza por la oficina de empleo en medio de ése gentío gris y monótono, con tantos rostros distintos, tantas ropas distintas, pero todos con idénticas preocupaciones, con la misma angustia, con la misma amargura”.

La popularidad de la novela se debió en parte al tono amable, incluso candoroso, que Fallada imprimió a sus personajes, especialmente a Corderita. El depauperado matrimonio, rodeado de familiares sui generis como los atrabiliarios padres de Corderita, con conciencia de clase, o el inefable tarambana padrastro de Pinneberg, o la descocada e irresponsable progenitora de éste, oscilan —a través de centenares de páginas y decenas de capítulos con títulos como: “¿Qué vamos a comer? ¿Con quién podemos bailar?” o “¿Hemos de casarnos ahora?, Ducharov”— entre la penúltima y la última lona.

Al año siguiente, en 1932, fue declarado “autor indeseable” por los nazis y se recluyó en su finca en Mackleburgo. Entre sus muchas obras hay incluso una infantil, “Historias de la Chiquillería”.

Fallada sobrevivió a los 18 años a un intento de suicidio camuflado tras un duelo con Hans Dietrich von Necker, quien murió. Al año siguiente ingresó en un hospital siquiátrico en Tannenfeld. Los siguientes años transcurrieron entre trabajos disímiles (en la Sociedad de Cultivo de la Papa en Berlín, en una agencia publicitaria, etc.) y estancias hospitalarias para desintoxicarse de la morfina, el alcohol, la cocaína, los somníferos.

En 1923 editó “Anton und Gerda” y fue condenado por malversar fondos, por lo que fue encarcelado en Munster en 1925. Tres años después conoció a Anna Issel, periodista relevante, con quien se casó en 1929. En 1939 publicó “Pequeño Hombre, Gran Hombre” y “Vuelta a Empezar”, la segunda parte de Pequeño Hombre. y al año siguiente, “El Hombre que no fue Amado”.

En 1944 fue recluido en Altstretlitz, donde escribió “El Bebedor”, por disparar a Anna,”Suse”. Al año siguiente, tras divorciarse, se casó con otra morfinómana mucho más joven que él y el Ejército Rojo lo nombró alcalde de Feldberg, pero poco tiempo duró en el cargo, por tensiones con otras autoridades y fue ingresado en un hospital, para variar.

Lo asombroso de Fallada es que medio de ése contexto personal —de adicciones y agresiones— y social —en pleno nazismo- tuviese esa visión realista pero en el fondo naif del género antropoide, manifestada especialmente en sus personajes femeninos. Más asombroso aún por basarse en hechos reales, como en la ya famosa “Solo en Berlín”. Escrita en las peores condiciones (Fallada tenía el síndrome de la página en blanco o bloqueo del escritor) sólo pudo empezarla tras atravesársele “¡Pesadilla!, su novela autobiográfica, lo que puede deducirse fácilmente por el título, que escribió en abril de 1945. Se veía incapaz de escribir sobre “dos personas entradas en años, una lucha sin la menor posibilidad de éxito, amargura, odio, maldad, desánimo. Y segundo, por la total carencia de juventud y en consecuencia, de perspectivas sobre el futuro”, según propias palabras.

El encargo de escribir ésta obra se lo hizo Johanns R. Becker, vate y futuro Ministro de Cultura, a quien le unía amistad y varias coincidencias: ambos descendían de familias de juristas, eran morfinómanos y habían sobrevivido a dobles suicidios camuflados de duelos. Becker, al regreso de su exilio moscovita, fundó la Liga para la Renovación Democrática de Alemania y la editorial Aufbann.

Fallada leyó el expediente de la Gestapo sobre Elise y Otto Hampel, matrimonio de obrero y empleada doméstica fieles al Reich, sin muchas luces, quienes, tras la muerte del hermano de ella en el frente de batalla, entre 1940 y 1942 distribuyeron 220 postales anónimas denunciando la ignominia del régimen nazi.

Fallada escribió 886 páginas de “Solo en Berlín” en un mes. En carta a Anna, decía: “El primer auténtico Fallada desde Lobo Entre Lobos”. Los Hampel son los Quangel en la novela, donde abundan personajes del lumpen y otros destacados como la cartera Eva Kluge o Trudel Hergesell, además de siniestros oficiales como el comisario Escherich y la ciudad de Berlín como otra gran protagonista, por cuyas calles los Hampel, condenados a muerte y ejecutados en 1943, distribuyeron sus postales-denuncia.

Una placa en la calle Amsterdammer número 10 recuerda su hazaña, y gracias a Fallada -y su particular hazaña al escribir la novela- podemos leer párrafos como este: “Porque él veía cada dos por tres cómo ellos establecían diferencias entre los compañeros y los miembros del Partido. Para ellos, incluso el peor miembro del Partido valía más que el mejor compañero. Una vez afiliado, podías permitírtelo todo: era difícil que te pasase algo. Ellos lo denominaban: lealtad por lealtad. Pero el jefe de taller Otto Quangel era partidario de la justicia. Para él, todas las personas eran iguales, con independencia de que estuviesen en el Partido o no”.

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