La muerte de Fujimori
Por: Carlos Meneses
No hay muertos malos, siempre hay alguien que llore por ellos y que clame el descanso eterno que merece todo aquel que pierde la vida y familiares que lamentarán su partida.
Los hombres no deben ser los llamados a juzgar las bondades o defectos de quien ha dejado la vida después de servir a su país, a su familia y al cumplimiento del encargo que le dio la ciudadanía por mayoría para gobernar. En consecuencia, hay que dejar a la historia el juzgamiento de cómo fue Alberto Fujimori como presidente el Perú, si lo adornaron virtudes o si, por lo contrario, las maldades se evidenciaron en su gobierno. Para los creyentes, Dios se encargará de pedirle cuentas ahora que ha dejado la tierra, luego de haber procedido con criterios rectos o con equivocadas acciones.
El Perú en cumplimiento de norma vigente lo despedirá el sábado, él pasará a ser parte de la historia de nuestro país y ahí empezará el juzgamiento que le puedan hacer otros hombres y la también la historia.
Fujimori es toda una etapa en la vida de la República, no se puede negar que enfrentó y derrotó a la insurrección armada, también hubo defectos saltantes y aceptados por parte de quien declaró su inocencia y sostuvo que en todo caso fue engañado. Eso queda, como hemos escrito antes, a cargo de la historia.
La muerte de Fujimori duele tanto a mucha gente que lo considera como un bien para la República y también como culpable de muchas muertes inocentes. Su deceso apena a quienes lo conocieron y estimaron, para otros será simplemente la consecuencia de un quehacer que no fue perfecto y que ahora queda librado al juicio de los historiadores y de quienes analizarán sobre sus bondades o defectos.