Juan Pablo II, el peregrino de la paz
Por: Renatto Bautista
Claire Viricel, la notable esposa del doctor Hugo Neira, siempre me destaca una habilidad particular: la de escribir reseñas de los libros que leo. Esta vez no es la excepción, y lo hago también para motivar a mis alumnos de la Escuela Profesional de Ciencia Política de la UNFV a adentrarse en el camino de la lectura apasionada. En la última Feria Internacional del Libro (FIL) adquirí 12 obras, entre las que destaca un libro pequeño, pero significativo, que narra la biografía de un gigante de la libertad: Su Santidad Juan Pablo II (18 de mayo de 1920 – 2 de abril de 2005). Sin duda, muchas de las grandes mentes del mundo han nacido en mayo.
El libro, titulado Juan Pablo II, el peregrino de la paz”, es obra del escritor chileno Alfredo Barra. A pesar de su brevedad, con menos de cien páginas, ofrece una narración atractiva y concisa sobre los aspectos más esenciales de la vida del último gran Papa del siglo XX.
Como se menciona en este hermoso libro, Juan Pablo II vivió su niñez y adolescencia profundamente influenciado por los preceptos de la Iglesia Católica, enfrentando tempranas tragedias personales. A los 9 años perdió a su madre, y a los 12, a su hermano mayor debido a una epidemia de escarlatina. A pesar de estas adversidades, nunca se apartó del mensaje de Cristo. A los 15 años se unió a la Cofradía Mariana, de la que fue presidente, y también destacó académicamente, obteniendo el primer puesto en su escuela. Aunque inicialmente pensaba dedicarse a la poesía y al teatro, antes de la Segunda Guerra Mundial ingresó a la Universidad Jaguelloniana para estudiar teología y artes dramáticas. Sin embargo, la invasión nazi de Polonia el 1 de septiembre de 1939 cambió drásticamente su vida.
Durante la ocupación, Karol Wojtyla (futuro Juan Pablo II) se unió al grupo UNIA, que ayudó a salvar a cientos de judíos polacos, demostrando desde joven una profunda compasión y valentía. Un dato relevante que señala el libro en la página 18 es impactante:
«Durante la ocupación nazi, Polonia sufrió la pérdida de 1,932 sacerdotes, 850 monjes y 289 religiosas.»
Es inevitable preguntarse: ¿Cuántos mártires protestantes hubo en la Polonia ocupada por los nazis?
El 18 de febrero de 1941, en plena ocupación nazi, su padre falleció a causa de un paro cardíaco, dejando a Karol como el último sobreviviente de su familia cercana. A pesar de esto, nunca perdió su fe en Cristo. En septiembre de ese mismo año, dejó el mundo del teatro para dedicarse completamente al apostolado, uniéndose al seminario clandestino dirigido por el arzobispo Sapieha. Como todos sabemos, tras la liberación de Polonia en 1945 del yugo nazi, llegó la ocupación soviética, que duró hasta finales de 1989. En este contexto, Juan Pablo II no solo se opuso al nazismo en su juventud, sino que como sacerdote católico fue un firme opositor al socialismo soviético.
El 1 de noviembre de 1946, a los 26 años, fue ordenado sacerdote por el arzobispo Sapieha. Además de su labor pastoral, fue catedrático en el seminario mayor de Cracovia y en la Facultad de Teología de Lublin. Un dato destacable es que a sus 47 años, el 29 de mayo de 1967, fue nombrado cardenal, lo que lo llevó al cónclave del 16 de octubre de 1978, donde fue elegido Papa, convirtiéndose en el sucesor de San Pedro. En la página 35, otro pasaje sobresaliente revela:
«La KGB llegó a la conclusión de que Wojtyla era la amenaza ideológica más evidente en Polonia, mucho más que el cardenal Wyszyński.»
Incluso como obispo y arzobispo, Juan Pablo II solía mostrarse irónico frente a los agentes encubiertos de la policía comunista polaca, demostrando que nunca temió a estos traidores de su patria y de la fe católica mayoritaria de sus compatriotas.
No quiero agotar esta reseña con más detalles del libro. Mejor léanlo ustedes mismos. Sin embargo, quiero concluir diciendo que siempre he considerado un acierto extraordinario que la Iglesia Católica eligiera a un arzobispo de un país sometido por la Rusia soviética como Papa. Juan Pablo II desempeñó un papel crucial en la caída del socialismo soviético en Europa del Este. Al recordar su firmeza y valentía, no puedo evitar pensar en su indigno sucesor, quien hoy guarda un silencio cómplice ante la brutalidad de los dictadores Díaz-Canel, Ortega y Maduro, que oprimen a pueblos de mayoría católica como el cubano, nicaragüense y venezolano.