LA VIDA DEL ESTUDIANTE

Por Keira Silva Aspilcueta

A los siete años tuve una lechuza. No era mía realmente, pero cada mañana antes de tomar el carro al colegio veía su silueta posada en lo alto de un manzano en el descampado que hay al lado de mi casa. A mis ojos, era una obra de arte, su vuelo reflejaba el orgullo y la seguridad que en nosotros parecen desvanecerse con los años.

La lechuza muestra la certeza de que hace lo que hay que hacer, sin inseguridades ni preocupación por destacar o ser la mejor ave de toda su especie, ella simplemente vive el viaje.

Pero un día mi lechuza no volvió y entonces empecé a sentir que lo mío no era realmente suficiente.

Pensé en la última lección: “Para tener éxito en la vida debemos obtener las mejores notas, ser aplicados y entrar a una buena universidad”. Pensé en las preguntas tantas veces formuladas: ¿qué te gustaría ser de grande?, ¿qué puesto eres en tu clase?, ¿ya sabes dónde vas a estudiar?, ¿qué carrera vas a elegir? Preguntas que nos asedian mayormente en la secundaria, y pobre de aquel que responda que tiene una inclinación por las bellas artes, pues se verá abrumado por comentarios destructivos, como que se morirá de hambre.

A los estudiantes se nos piden ser buenos en todo, y ahí es donde se encuentra el problema, pues esto es imposible. No importa qué, siempre va a haber alguien mejor que uno en alguna disciplina, ya sea deportes, Matemáticas, Ciencias naturales, Historia, etc. Claro que tenemos nuestro fuerte y nos diferenciaremos del resto en un área específica, pero es la exigencia y la comparación con quienes nos «superan» en algunos aspectos, las que nos crean inseguridades.

Son en esos los momentos en que recuerdo a mi lechuza, aprecio su libertad que me transmitía una sensación de paz indescriptible De alguna manera me indicaba que a pesar de que me sintiera triste o desanimada pronto me encontraría relajada disfrutando de mi tiempo libre. Sin embargo, cada día parece que volver a disfrutar de esta paz será imposible; la idea que debería estar haciendo algo más productivo como estudiar en vez de expandir mis aficiones me persigue.

Ser estudiante y reflexionar en torno a esta situación que miles vivimos me ayudó a comprender que una nota no dice quiénes somos ni mucho menos qué tan lejos llegaremos en la vida.

Aunque siento que hay más que decir, tengo que seguir estudiando y asegurar buenas calificaciones en mis próximos exámenes. De todas maneras, sé que la situación mejorará pues hoy en la mañana entrando al colegio vi, después de años, una lechuza sobrevolando el patio.

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