Gratitud

Por: Rubén Quiroz Ávila

REFLEXIONES

A todas aquellas personas que nos han ayudado a ser como somos y que, con su generosidad invaluable, nos han transmitido sabiduría, tal vez unas palabras de afecto cuando más lo requeríamos, o, simplemente, nos acompañaron en momentos duros. A ellos que estuvieron allí, en el momento en que parecía que la noche era larga, infinita, brumosa, y nos consolaron, con una empatía conmovedora, como si fuéramos las únicas y maravillosas personas que cada uno somos.

A esos seres espléndidos que nos tocaron, que construyeron parte de nosotros, con sus palabras precisas, con sus acciones absolutas, con su compañía vivificante. En cada segmento de nuestras vidas hemos tenido formas de amor encarnadas de estas personas que llegaron a querernos de alguna manera inspiradora, estimulándonos a seguir, a continuar en la larga batalla por comprender cómo funcionan las cosas. A ellos les debemos toda la gratitud posible. El agradecimiento persistente y que regresa a esos corazones que nos iluminaron.

Por eso, de manera constante, debemos extender el agradecimiento a ellos que nos ayudaron, nos protegieron, nos acompañaron. Uno de los más inadecuados comportamientos es la ingratitud, ese egoísmo individualista de que se han logrado las cosas por sí solas, cuando es más bien por el soporte de una red, de una pequeña comunidad que nos acoge. El desagradecimiento de los narcisistas, de su codicia siempre insatisfecha, es un signo de que ese no es nuestro lugar. Pero, a pesar de esos personalismos usureros, hay que extender la lealtad como una vinculación innegociable, que es imprescindible la retribución del bien actuado. Es fundamental una ofrenda de reconocimiento a quienes hemos tenido el privilegio de estar cerca y nos han homenajeado con su amistad y cariño.

En ese sentido, cultivar la reciprocidad es un imperativo para consolidar la visión de trabajo conjunto, de círculo virtuoso de apoyo, de entender que pertenecemos a una cofradía que se enaltece mutuamente en tanto reconoce lo mejor y retroalimenta lo correspondiente. Así, impulsados por la empatía, por la conciencia de seguir aprendiendo, de que nos enseñan con otras perspectivas, y con la disposición desde la humildad de quien requiere, con apertura, educarse, ahondamos el conocimiento y comprendemos de otra manera los vínculos humanos.

Y uno de esos vínculos es saber ser agradecidos. Convirtamos la gratitud en una constante, en no olvidar a nuestros puentes, puertos, orillas, estancias. A esas personas fabulosas que se acercaron en nuestras vidas y nos obsequiaron lecciones, aprendizajes, entendimiento. Es más, es probable que esos encuentros fueron tan fundamentales que hicieron que nuestro horizonte girara, se transfigurara. Nuestra gratitud eterna y concreta, el absoluto reconocimiento por todo aquello que han hecho por nosotros, esa tercera mitad del corazón les pertenece.

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