Aureliano Buendía sube al poder

Por Pamela Cáceres

Después de haber dado numerosas batallas el coronel Aureliano Buendía cede al goce del poder político. Siente en el corazón un frío que no lo abandonará jamás. Se refugia en Macondo en la casa materna. Lo visitan unos abogados del partido, le piden firmar un documento: debe renunciar a revisar los títulos de los terratenientes y lograr el apoyo político de los grandes propietarios; debe dejar de luchar contra la influencia clerical para obtener el apoyo de los católicos; debe dejar de aspirar a la igualdad de derechos entre hijos naturales y legítimos para que los conservadores le apoyen.

“Quiere decir —sonrió el coronel Aureliano Buendía cuando terminó la lectura— que solo estamos luchando por el poder.

—Son reformas tácticas —replicó uno de los delegados—. Por ahora, lo esencial es ensanchar la base popular de la guerra. Después veremos.

Uno de los asesores políticos del coronel Aureliano Buendía se apresuró a intervenir.

—Es un contrasentido —dijo—. Si estas reformas son buenas, quiere decir que es bueno el régimen conservador. Si con ellas lograremos ensanchar la base popular de la guerra, como dicen ustedes, quiere decir que el régimen tiene una amplia base popular. Quiere decir, en síntesis, que durante casi veinte años hemos estado luchando contra los sentimientos de la nación”.

García Márquez muestra en este pasaje la falsa lógica de que un paseo “táctico” por el infierno nos puede llevar a la redención celestial. Pone en tela de juicio la eficacia maquiavélica de la “estrategia política”, una estructura que de manera extraña permite que separemos lo inseparable: el fin y los medios, el proceso y el producto.

El escritor colombiano duda de que los liberales sigan siendo tales si sus estrategias promueven los principios conservadores. Nos enfrenta a la disyuntiva entre ideología política y estrategia. Afirma que en realidad los medios son los fines, el producto está inseparablemente unido a su proceso productivo, el producto “es” su proceso.

La pregunta que surge de inmediato es por qué se nos ocurrió pensar al revés. ¿Por qué la lógica de los fines por encima de los medios penetró nuestras mentalidades hasta el extremo de parecernos coherente y normal?

El mercado es el contexto que explica esta lógica. En el mercado el fin es lo importante, además es aquello que se supone inmutable. El proceso y quienes participan en él pueden y deben ser modificados las veces que sean necesarias siguiendo cualquier tipo de valores. Los procesos son juzgados en función de su “eficacia”, es decir, la obtención del fin. Existen hasta disciplinas que se encargan de promover e identificar las maneras más rápidas de encontrar los cambios adecuados para lograr el crecimiento del capital, novelas de autoayuda, oradores, relatos, etc.

El “piensa diferente” de Steve Jobs se expande a todas las esferas sociales y nos enseña a ser individuos capaces de asumir que diferentes caminos pueden llevarnos a la misma meta en absolutamente todo.

Debemos hallar nuevos medios, los medios son mutables, son intercambiables, son lo último que importa.

En la esfera política esta lógica fue la que permitió a Alberto Fujimori imaginar que un medio para reducir la población en extrema pobreza era esterilizar a mujeres pobres. Y así lo hizo.

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