LA LEY DEL ACORDEÓN (2° PARTE)
Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez. – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.
Otras personas piensan que la verdadera felicidad está en darse el mayor de los gustos en actividades del mundo social, en actividades del mundo exterior. Se dicen así mismas, “debemos disfrutar plenamente este mundo que nos rodea, debemos de probarlo todo y debemos de arriesgarnos sin límite alguno”.
HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA
Por supuesto que esta forma de razonar y de interpretar la vida basada en un libertinaje y en un incumplimiento de las normas personales de auto cuidado nuevamente nos conlleva a desarrollar un desequilibrio entre lo que debe ser y lo que no debe ser la vida. Degustar el mundo exterior sin darle un mínimo de importancia al mundo genera una incapacidad de poder perseverar en el tiempo las alegrías obtenidas en el diario compartir. Es como disfrutar brevemente el más dulce de los sabores y luego degustar un sabor amargo. La brevedad de los momentos de alegría en dicha forma de vivir a la larga sólo conlleva a desarrollar sentimientos de frustración y de desazón por lo que es realmente la vida, desarrollamos en virtud de la forma que elegimos como vida conceptos falsos de lo que es realmente la existencia. Afirmamos negligentemente que la felicidad es pasajera, que la felicidad en la vida desaparece como el fulgor de una estrella fugaz en el eterno del cielo azul.
Debemos vivir en comunión con nuestros dos mundos. Por momentos debemos de trabajar en la luz solar de la vida social y a continuación debemos buscar hallar también una nueva alegría en nuestro viaje personal a la luz del brillo lunar interior.
Viajar continuamente de uno a otro mundo nos ayudará a valorar plenamente lo que es la vida. Acercarnos a nosotros mismos en el proceso de autoconocimiento para luego extrañar el deleite de la vida social es importante. Acercarnos a la interrelación social tanto familiar como amical nos sirve de mucho para valorar lo mágico de dichos momentos y a la vez para extrañar buscar en nuestro mundo interior una mejor manera de conocernos para con ese fin, buscar una nueva realización social en base a dicho aprendizaje.
La ley del acordeón también nos dice, “que debemos acercarnos a las personas que tanto valoramos en nuestras vidas y que cuando estemos muy cerca de ellas debemos de alejarnos con la finalidad de volver a acercarnos y de compartir”.
Si dos seres humanos se acercan demasiado en sus actividades diarias llega un momento en que su espacio personal se verá afectado y se darán inevitablemente los roces y los conflictos. Cada ser humano, como se debatía en los párrafos anteriores, necesita un desarrollo personal interior, un compartir con su propia experiencia con el fin de poder oxigenarse del mundo social, de extrañarlo y a la vez, con el objetivo de alcanzar un mejor proceso de desarrollo interior que le permita compartir y desarrollar de mejor modo sus actividades en el mundo social. Pues bien, al acercarse demasiado dos personas y desarrollar sus actividades continuamente sin descanso la posibilidad de viajar al mundo interior se limita, por ende, se empobrece la posibilidad de enriquecer la relación. Dicho de otro modo, perseverar en una sola actividad genera aburrimiento e incapacidad de innovación.
Los seres humanos se acercan y se alejan unos de otros. Es una necesidad vital del desarrollo humano. Es una necesidad para el desarrollo personal tan igual en importancia que el viaje hacia el interior y al exterior.
Al alejarse dos personas se desarrolla el sentimiento de “te extraño”, se desarrolla una necesidad de compartir y a la vez se oxigenan la persona, en consecuencia, pueden desarrollar sus actividades propias y se sienten alegres por poder hacer sus actividades personales y a la vez se desea volver a compartir con la o las personas de su entorno.
Lógicamente, la música fluye en el acto de alejarse y acercarse en el acordeón, cuando la música empieza a menguar es señal de que nuestra conducta del momento debemos de cambiar. Cada ser humano tiene su propia música interior y a la vez propone un compás y un ritmo a sus relaciones interpersonales, algunas con una cadencia menor y otras con una intensidad mayor. Cada relación interpersonal es distinta, la relación de pareja, la relación familiar, la relación amical y la laboral; cada una tiene una intensidad y un timbre distintos, que le permiten armonizar con el proyecto de desarrollo personal.
Acercarse y alejarse denotan una norma importante de convivencia y la música en la ley del acordeón es un recuerdo, es una evocación de aquello que debemos siempre hacer: estar en un constante movimiento, improvisar, interiorizar sentimientos, plasmar pensamientos, idealizar sueños y volverlos una realidad paso a paso, nota a nota.
Por todo lo antes señalado podemos concluir que: acercarse y alejarse es importante en todo tipo de relación social. La persistencia de contacto en las relaciones interpersonales genera aburrimiento, tensión, desesperación y muchos otros sentimientos de conflicto. Más bien, la actitud de acercarse y alejarse cíclicamente de los seres que nos rodean alimenta la relación, nos llena de alegría y permite que la visión de nuestra vida sea optimista y de frescor primaveral.
Cultivar ésta sana costumbre puede llevarnos a generar un ambiente familiar y social de camaradería y puede conducirnos por senderos de equilibrio emocional y racional.
Vivir, evidentemente, es un arte, un arte maravilloso en donde la música cultiva la danza y el baile, en donde las miradas y las ausencias se conjugan en un abrir de ojos y en donde la palabra justa llena el silencio y en donde el silencio templa el dialogo más obstinado.