TODOS INVITADOS
Por: Javier Del Río Alba – Arzobispo de Arequipa
En su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de las Misiones, que celebramos este domingo, el Papa Francisco nos recuerda que la tarea prioritaria de la Iglesia es anunciar el Evangelio y que su misión «es un incansable ir hacia toda la humanidad para invitarla al encuentro y a la comunión con Dios…a la felicidad de su Reino». En efecto, como relatan los evangelios, Jesús antes de partir al Cielo mandó a sus apóstoles que vayan por todo el mundo, proclamen el Evangelio y hagan discípulos a todos los pueblos (Mt 28,19; Mc 16,15). Por eso, sigue diciendo el Papa, «la Iglesia seguirá yendo más allá de toda frontera, seguirá saliendo una y otra vez sin cansarse o desanimarse ante las dificultades y los obstáculos, para cumplir fielmente la misión recibida del Señor». Misión que no es tarea sólo de los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y algunos laicos, sino que todo cristiano está llamado a participar en ella y hacer presente el Evangelio en los ambientes en los que cada uno se desenvuelve: la familia, el centro de estudios o de trabajo, el barrio, etc.
Nos dice también Francisco que la misión debe hacerse con el mismo estilo de Jesús, es decir «con gozo, magnanimidad y benevolencia…sin forzamiento, coacción o proselitismo; siempre con cercanía, compasión y ternura, aspectos que reflejan el modo de ser y de actuar de Dios». En otras palabras, evangelizar con la alegría de quien experimenta la presencia de Dios en su vida cotidiana y la certeza de que Jesús volverá y nos llevará con Él (Hch 1,11; Jn 14,2-3), y también con la paciencia de quien ha experimentado en su propia vida la misericordia de Dios que es compasivo y nunca se cansa de perdonar. Así, continúa el Papa, «mientras el mundo propone los distintos “banquetes” del consumismo, el bienestar egoísta, la acumulación, el individualismo, el Evangelio en cambio llama a todos al banquete divino donde, en la comunión con Dios y con los demás, reinan el gozo, el compartir, la justicia y la fraternidad». Ese banquete divino que saborearemos en plenitud al final de los tiempos, pero del cual ya tenemos un anticipo en este mundo cuando celebramos de modo adecuado la Eucaristía, en la que el Señor se nos dona en su Palabra y nos alimenta con su Cuerpo y su Sangre.
Finalmente, el Papa nos recuerda también que los destinatarios de la invitación a vivir en comunión con Dios y experimentar su amor y providencia son «todos, sin excluir a nadie», porque, como dice san Pablo, Dios «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tm, 2,4). Así lo dijo Jesús: «Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él» (Jn 3,17), y también: «No necesitan médico los sanos sino los enfermos…no he venido a llamar a justos sino a pecadores» (Mt 9,12-13; Lc 5,31-32). Por eso, termina diciendo Francisco, los cristianos «llevan siempre en su corazón la preocupación por todas las personas de cualquier condición social o incluso moral», ya que «todo hombre y toda mujer es destinatario de la invitación de Dios a participar de su gracia que transforma y salva. Sólo hace falta decir “sí” a este don divino y gratuito».