Antauro se va, el problema se queda
Por Iván Arenas
La resolución del Poder Judicial que ordena la disolución y la ilegalización del partido A.N.T.A.U.R.O. –y que por ende excluye a Antauro Humala de las próximas elecciones presidenciales– ha causado cierto alivio, tanto en algunos sectores de la derecha y la izquierda. No obstante, para el suscrito lo importante no es la inhabilitación legal de Antauro, porque el espacio vacío que deja podría ser cubierto por otro candidato con un discurso parecido o más radical. En otras palabras, Antauro se ha ido, pero el problema persiste. Lo desarrollo a continuación.
Para nadie es un secreto que de ser candidato presidencial, Antauro Humala tiene enormes posibilidades de pasar a una segunda vuelta con Keiko Fujimori. En todo caso allí están las últimas encuestas que lo corroboran. Y si nos remitimos a elecciones pasadas, es altamente probable que Keiko pierda y tendríamos a Antauro en la primera magistratura. ¿A qué voy con todo lo anterior? A que por “angas o por mangas”, como se suele decir, hay un sector de ciudadanos que acompaña la candidatura de Antauro. En términos políticos diríamos que se sienten representados políticamente, en el fondo y en la forma, por el “antaurismo”.
Está por verse cuáles son las razones por las que cierto sector de ciudadanos se sienten representados por la prédica antaurista; si estos ciudadanos son pobres, provincianos, limeños, si pertenecen a la clase media emergente, o son políticamente de izquierda e incluso de derecha. En todo caso, para el suscrito la prédica antaurista no tiene nada que ver con la clásica distinción de izquierda-derecha, sino con algunos valores, principios o demandas muy particulares, como el orden, la presencia del líder y un Estado con mayor autoridad, así como la protección de ciertos valores que son conservadores sociológicamente como la familia y las tradiciones.
En otras palabras, hay un sector de peruanos que no se ve representados por el establishment político, económico o cultural, ni por el proyecto de modernización liberal que se desarrolla desde la década de 1990. Así, al margen o no de la desaparición o ilegalización de Antauro y su partido, es absolutamente seguro que tanto el ciudadano y sus demandas buscarán a otro candidato que represente políticamente todo lo antes mencionado. El problema, entonces, persiste.
Quizá la cosa puede agravarse más cuando en el horizonte aparezca otro candidato que recoja el discurso antaurista y radicalice aún más las propuestas. En todo caso, en este país todo está por descubrirse.