LOS TERREMOTOS EMOCIONALES NO DESTRUYEN (1° PARTE)
Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez
Erróneamente solemos pensar: el que cae es un fracasado, una caída debe significar una frustración. ¡Qué grave equivocación!.
HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA
Las caídas a lo largo del proceso de desarrollo del ser humano vienen a constituir fortalezas futuras en base a las cuales podremos lograr nuestros sueños, metas y anhelos.
Los terremotos emocionales, como podríamos definir dichas caídas, no deben de llenarnos de desesperanza ni debe traer abajo nuestra voluntad para seguir adelante.
Cuando a travesamos una tragedia como es un terremoto en nuestra existencia diaria, asumimos que es una de las desgracias más grandes que podemos llegar a vivir, basta con contemplar el panorama que nos rodea: casas destruidas, gente damnificada, escasez de recursos como alimentos y agua. Si valoremos de dicho modo un terremoto es realmente una tragedia que no tiene nombre. Pero quiero que veamos un poco más allá. ¿Por qué se derrumbaron muchas casas?, ¿de seguro por qué estuvieron bien construidas?, ¿de seguro por qué no tuvieron sólidas bases?, lo más probable es que se construyeron en los lugares inadecuados o se construyeron con materiales de baja calidad o su diseño fue erróneo. ¿Por qué había gente damnificada?, la probable respuesta podría tener un sin fin de explicaciones, las más racionales serían: perdieron sus casas, no tienen que comer, no tienen con qué abrigarse. ¿Por qué llegaron a esa situación?, por qué no supieron prevenir lo que podría suceder. La misma respuesta sería aceptada para el problema de falta de servicios y alimentos. Una sociedad mal preparada para los embates de la naturaleza sufrirá y sus miembros padecerán las de Caín para superar la dura situación.
La explicación antes detallada para explicar el suplicio y la desgracia para un terremoto físico se aplica a plenitud para los terremotos emocionales. ¿Por qué la gente tiende a sufrir ante las grandes pérdidas, los fracasos o las frustraciones que nos regala la vida?, bueno, por qué no se hallan preparada para enfrentar dichas situaciones sería la respuesta más clara y que englobaría la mayoría de conceptos asociados a nuestras incapacidades.
Podemos detener nuestras vidas, podemos empezar a llorar desconsoladamente y podemos responsabilizar a otras personas y un sin fin de circunstancias de nuestra debacle emocional, de nuestra pena y de nuestro sufrir.
¿Sería justo responsabilizar a nuestros padres por no prepararnos para enfrentar dichos momentos?, podría ser justo.
¿Deberíamos responsabilizar a nuestros maestros por centrar su atención en nuestra formación intelectual dejando de lado nuestra formación emocional?, podríamos responsabilizarlos.
¿De seguro que la vida es injusta y aquel que la creó también lo es, por ende, podríamos hacerlo culpable de nuestro lamento?, claro que sí y sería una respuesta muy humana ante las adversidades de la vida.
Podríamos hacer responsables a todo y a todos de nuestras tragedias personales, de nuestros terremotos emocionales, ¡claro que sí, sino como poder seguir adelante!
Podemos elegir esa forma de actuar, estamos en nuestro derecho, pero no estamos en la capacidad de hacerlo si es que realmente queremos vivir una vida a plenitud.
Los terremotos emocionales no han sido creados para hacernos sufrir. En verdad han sido creados para que podamos darnos cuenta que no estamos haciendo lo correcto y que hemos cometido muchos errores en la construcción de nuestras vidas. Sólo mediante su presencia podemos realmente hacer un análisis crítico de lo que hicimos bien y de las decisiones equivocadas que habíamos tomado a lo largo de tiempo.
Si hubo un terremoto y mi casa no cayó, es que construí bien mi casa. Si encontré alimento, techo y abrigo, es que no sólo construí bien mi casa, sino que a la vez tome las precauciones del caso ante las posibilidades de una tragedia próxima.
A la vez, si la vida me hace vivir un terremoto emocional y salgo airoso de él, valoró todo lo bueno que hice a lo largo de muchos años para lograr esa tranquilidad. Por el contrario, si un terremoto emocional me tira al suelo y me hace sufrir, debo pensar bien, debo de haberme equivocado mucho y es hora de cambiar mi forma de pensar y actuar, ya que si sigo haciendo lo mismo que he hecho a lo largo de estos meses y años lo más probable es que ante cada nuevo terremoto emocional sufra de nuevo.
Los terremotos emocionales nos enseñan en que he acertado y en que me he equivocado al delinear los planos de mi existencia, me dan la oportunidad de poder cambiar y de retomar proyectos abandonados y para rediseñar mi proyecto existencial.
Los terremotos emocionales también nos enseñan a mirar el futuro con optimismo, a valorar las decisiones tomadas, a considerarnos capaces en la toma de decisiones y a resaltar nuestro compromiso personal con palabras y gestos de auto ayuda y muestras de alegría y felicidad.
La razón por la cual la gente sufre no sólo se basa en su mala preparación para afrontar momentos de tensión importantes, sino que también se basa en la actitud de “aferrarse a las personas y a las cosas que nos rodean”.
Lamentablemente los seres humanos tenemos muchas malas costumbres y una de éstas es que creemos que todo aquello que nos rodea debe ser eterno. Creemos que nuestros padres vivirán para siempre, que la relación sentimental que vivo en este momento será eterna, que mis bienes materiales no se deteriorarán y que durarán por un tiempo indefinido. Creer eso es mentirnos, es hacernos daño y condenarnos a un sin fin de dolores.
Todo tiene un inicio y un final, todo, menos Dios. Una relación sentimental, ya sea filial, amical o amorosa podría durar, días, meses o hasta muchos años, pero un día, por las leyes de la vida o por decisiones personales de los seres humanos estas acabarían. Y si así son las leyes de la vida, ¿por qué decidir aferrarnos a los seres humanos? Realmente asumir una forma de vivir basada en el concepto de la eternidad de mis relaciones interpersonales me ha de condenar al suplicio y a la desgracia constante.
Recuerda: todo en el mundo cambia, tarde o temprano cambia, y es tu responsabilidad vivir plenamente el hoy para no lamentarte mañana por lo que hoy no dijiste o hiciste.