Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez. – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

Vivir plenamente el hoy significa degustar mis relaciones familiares, sociales y laborales; quizá mañana ya no esté aquí para degustarlas, quizá mañana ya no estén muchos de los que están hoy y que pena me daría no haberles dicho tantas cosas o que pena me daría no haberles agradecido su tiempo y su actitud.

Los terremotos emocionales basados en pérdidas afectivas, deben de templarnos el alma, deben de volvernos seres humanos más solventes, afectuosos y cariñosos, seres humanos que den todo y que no tengan miedo a perder. El que da nunca pierde, el que se guarda para mañana pierde mucho ya que mañana quizá no pueda tener la oportunidad de darse. El máximo esfuerzo debe darse hoy y si mañana tengo la maravillosa oportunidad de darme a plenitud que bien, ya que cada día es un nuevo regalo de bondad.

Mucha gente afirma sin razón que uno no debería de darse a plenitud y en base a ello toman decisiones equivocadas que condicionan el desarrollo de terremotos emocionales destructivos en sus vidas. Darse por completo no significa no pensar en uno, actuar de ese modo sería negligente y falso, primero uno se entrega a si mismo y luego se entrega por completo al mundo, da todo lo mejor de si y progresivamente va sacando de su interior cada nueva emoción para alegrar la vida de su entorno.

Por consiguiente, darse todo no significa sacar todo del interior, esa sería otra mentira. Darse todo significa compartir tu realización personal en cada momento con las personas de tu entorno. Significa aceptarte y aceptar a las personas que te rodean, significa respetarte y respetar la forma de pensar y actuar de tus semejantes. Eso es darse completo, ni más ni menos.

Salir de un terremoto emocional debería enaltecer nuestra buena disposición para tomar buenas decisiones, para prever y guardar la calma ante los momentos más difíciles y a la vez significa ayudar y compartir con aquellos que nos rodean y que posiblemente se vieron afectados por situaciones semejantes a las que nos tocaron vivir.

Aceptar y comprender al prójimo es una virtud maravillosa que nos permite ser más solidarios y voluntariosos con la sociedad en la cual nos ha tocado vivir. Vivir comprometido con el prójimo eleva nuestra sensación de bienestar y alimenta nuestra alma de gozo y placer.

Levantarnos de una caída es algo maravilloso, pero ayudar a alguien que ha caído a levantarse es un acto de humanidad mucho más alto.

Recuerda: el que se da a plenitud gana mucho, pero el que se da así mismo y luego se da a plenitud a todo el mundo gana eternamente.

Dar luz a tu vida interior es un gozo, dar luz a tus semejantes es un gozo mayor.

La vida está compuesta por oportunidades y por esperanzas. Tú haces de cada nueva oportunidad un acto de fe. Tu compromiso interior hace crecer las flores de tu jardín interior. Tu visión con esperanzas del prójimo es un acto de regalo de semillas de tu mundo interior al mundo social. Si actúas de buena fe, si compartes la alegría encontrada en tu interior, si enseñan a cada desprotegido la ley de la complementariedad y si pusieras en práctica la ley del acordeón en cada relación interpersonal, entonces y solo entonces, nutrirías al mundo que te rodea de un don maravilloso: de tu ser.

Somos constructores de un mundo maravilloso, nuestro mundo interior, un mundo busca desarrollar al máximo cada una de nuestras habilidades y oportunidades y en ese proceso está prohibido disgustarse, está prohibido dejar de soñar.

Y es que debemos entender: ¿Qué es mejor, disgustarse por qué no se dieron las cosas cómo pensábamos o disfrutar los cambios de planes? Creo que disfrutar los cambios de planes deberá ser siempre una prioridad en nuestras vidas; los disgustos y los resentimientos solo dañan nuestro interior y nos encaminan a una existencia de frustración y rencor. Al final cada uno de nosotros decide como ver el mundo y cada acto que se da en éste, tenemos la capacidad de decidir, aunque muchas veces nos dejamos llevar por nuestra impaciencia y nuestros hábitos rígidos e inflexibles. La vida no está hecha de normas que busquen irracionalmente hacernos daño, la vida está hecha de momentos mágicos que alimentan nuestra alma y que hacen brillar nuestro espíritu, que calman nuestros pesares y que aclaran nuestras ideas, que canalizan nuestros flujos emocionales y que desarrollan nuestra salud física.

Cada uno de nosotros somos un todo, en donde un acto afecta la integridad de nuestro ser, ya sea de modo positivo o negativo, ello dependerá de la forma como lo hemos interiorizado y el modo en virtud del cual estamos decidiendo vivir: si hemos decidido disgustarnos por todo tendremos frustración, decaimientos, razonamientos negativos, sufrimiento, malestar físico; si decidimos por aceptar e improvisar, por degustar cada momento, cada alegría, si optamos por decir ¡qué bueno!, entonces la alegría fluirá a través de nuestros actos, nuestros pensamientos serán constructivos y el equilibrio en el funcionar de nuestra maquinaria física se preservará.

Disfrutemos a plenitud de cada experiencia, hagamos único cada momento vivido, degustemos a plenitud cada segundo en este planeta. No, no es nuestro deber hacer todo aquello que te digo, es una obligación mayor, es un reto, es nuestra vida misma la que está en juego en cada decisión, en cada eterno momento de amor personal.

Dejanos un comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked with *.