DE LA NOVELA TOTAL A LA LITERATURA TOTAL
Por Yuri Vásquez
POST MODERNISMO, ANTIPOSMODERNISMO Y TRASMODERNISMO LITERARIO
Alentado por la configuración de un nuevo orden mundial que tienen como raíz la descomposición del poder bipolar con la desintegración y desaparición de la estructura soviética, se alza en el movimiento posmodernista la superación y erradicación de los grandes relatos que ha supuesto el racionalismo del modernismo y cuya plasmación se dio principalmente en la ciencia, la historia y la religión.
Puestas así las cosas el posmodernismo se propuso establecer el discurso del relato breve, que supone un individuo globalizado y light, enmarcado en un horizonte ambiguo y relativista, fuera de contexto.
El arte, y en concreto la literatura, se recompone bajo estos lineamientos, bajo esta moda y se extiende la literatura del relato pequeño. Se dan muchas expresiones de esta nueva visión y así surgen por un lado la literatura de la no ficción, y, por otro lado, siendo la más descollante, la literatura de la auto ficción en su forma más simple, aberrante y desfigurada en la que el Yo narcisista se eleva a la categoría de realidad absoluta.
Es bajo este entorno que escribo mis libros, los cuales, sin embargo, suponen una reacción al establishment del posmodernismo. Ahora bien, no obstante lo dicho, he creído que del conjunto del entramado filosófico del posmodernismo resulta rescatable el concepto y la teoría de la Deconstrucción desarrollada por Jacques Derrida, en cuanto a flujos relacionados con la configuración de la estética. En ese sentido mi literatura podría concebirse como posmodernista y anti posmodernista. Posmodernista en cuanto recibe la influencia de la Deconstrucción de la estética, y anti posmodernista en tanto que reacciona a la implantación del pequeño relato.
Quizá sea bueno esbozar componentes que creo, desde mi perspectiva de escritor, integran rasgos característicos de mi literatura, que desde luego no necesariamente pueden ser válidos para los lectores y la crítica.
Estos para mí, en mi testimonio y proyecto personal literario, suponen: a) La preocupación por la condición humana, en abierta oposición al pequeño relato; b) El contexto, contra los personajes-individuos desarraigados del entorno; y c) La intertextualidad, como conjunto de recursos literarios que fundamentan la ruptura con la literatura ortodoxa y convencional endogámica, centrípeta y encerrada en sí misma.
Tal vez “Los últimos dioses del opio” y “La inmensidad” sean muestras claras de los elementos constitutivos que acabo de referir. En los libros mencionados la condición humana fundamenta el conflicto de los personajes, de la misma manera estos se encuentran contextualizados, como en el caso de “La inmensidad” donde los personajes se mueven vinculados estrictamente a sucesos que ocurren en su entorno, creando de este modo una micro historia personal articulada con la macro historia de los acontecimientos del mundo.
“Los últimos dioses del opio” se orienta a varios fines como el de presentarnos un entorno difuso y distópico, de orden controlado, vigilado y castigado a la manera de las formulaciones de Michel Foucault en la que una férula establece el comportamiento, valores y sentimientos de modo uniforme y homogeneizante. Es así que el escritor Erik Barúa, en vez de escribir sus ficciones conforme a los mandamientos del panóptico, se rebela y es condenado a muerte. Este acto trasunta una fuerte oposición al pequeño relato del establishment posmodernista, y dada la circunstancia, la resistencia que Barúa ofrece, contra la situación límite, propende al relato grande de una épica individual y hasta colectiva.
Estas dos novelas, junto a las demás que tengo escritas, están atravesadas por la intertextualidad, y significa para nosotros una literatura sin fronteras, una literatura total. Por lo dicho, entonces, mi obra es también una reacción a los presupuestos estéticos del boom latinoamericano.
Mis libros los escribí bajo la sombra del boom en su periodo de lenta y larga extinción, aunque para muchos todavía pervive, sobre todo en el culto a vacas sagradas y que se profesa en sus figuras emblemáticas. En el boom se desarrolló la llamada novela total, siendo uno de sus exponentes, por ejemplo, Mario Vargas Llosa. Para ciertas miradas mi producción se identifica o se la relaciona con la novela total. Pero me parece que es un desacierto. La novela total vive, como ya hemos señalado encerrada en sí misma y esto se verifica en los recursos, técnicas y procedimientos que toma del universo narrativo convencional. En ese aspecto es muy rica en cuanto al arsenal que la nutre y que proviene de su propia corriente sanguínea, y, asimismo, es también muy versátil en la ruptura de tiempo-espacio que convierte a la realidad en un espectro abarcador, desvinculado y conectado a la vez.
Pero la literatura total, en que está inmersa el conjunto de mi proyecto literario, establece puentes comunicativos y dialogantes con textos extraños y hasta incompatibles con la noción ortodoxa y convencional de la novela como el ensayo, la reseña literaria y la crónica cinematográfica, tal es el caso de mi novela “La inmensidad” donde estos elementos conviven y reconfiguran el flujo novelesco.
Teniendo en consideración lo señalado, el enfoque que la crítica hace de mi producción, especialmente con referencia a “Los últimos dioses del opio” y “La inmensidad”, de inscribirlos en el concepto de la anti novela y la contra novela me parece justo. Solo que habría que extender el anti y el contra enfilados no únicamente a la relación que se puede entablar, por ejemplo, con la novela decimonónica o la novela del boom, sino a la literatura convencional no articulada al universo de textos (entendiendo que todo texto puede creativamente construirse y deconstruirse, e integrar una forma literaria más allá de lo puramente novelesco). Ahora bien, el otro anti de mi novela, que la crítica debía considerar se refiere a la literatura del Yo, fuera de tiempo y espacio, a la que se le puede llamar literatura narcisista.
Lo anotado se explica por dos aspectos que constituyen mi producción, según me parece. Por la intertextualidad que la recorre internamente, vinculándose al relato novelesco, y de la que acabamos de hablar, y, por otra parte, por los libros producidos que se configuran en los géneros de la novela histórica social (“El nido de la tempestad”), la meta ficción (“Los últimos dioses del opio”), la autoficción que confluye con la meta ficción (“La inmensidad”), y últimamente (con la publicación de “El círculo perfecto de la muerte”), en la novela policial psicológica.