Juan Manuel Robles: «La opinión tiene poco valor como verdad»

Por: Germán Yuca Ch.

Durante su visita a Arequipa, el escritor y periodista Juan Manuel Robles tuvo un diálogo con Diario El Pueblo. En esta entrevista, el escritor reflexiona sobre su trayectoria literaria y periodística, explorando cómo la interacción entre géneros ha moldeado su estilo y visión creativa. Asimismo, aborda la naturaleza de la columna de opinión, sus limitaciones frente a la verdad, y el reto de mantener frescura en un género que conecta íntimamente con sus lectores.

Has escrito perfiles, crónicas, cuentos y ficción. ¿Cómo defines tu obra?

-Creo que es variada porque –esto lo descubrí hace unos años– me gusta oscilar entre géneros. Soy muy respetuoso con los géneros y me gusta probarlos con respeto. O sea, trato de no saltar a un género porque sí, sino lo hago porque creo que puedo aportar algo. Así he pasado de una novela a un libro de relatos. Primero hice perfiles y crónicas [Lima Freak], ahora hago un libro de la ficción [Tragedia en Collins Avenue]. Lo que me gusta mucho de hacer varios géneros es que incorporas conocimientos y aprendizajes. Cada vez que yo escribo un libro de ficción incorporo lo que he aprendido de la no ficción; y viceversa. Es algo que siempre está a la mano, alimentando la creación.

Es algo muy perceptible en tus diferentes textos. ¿Cómo ha influido tu experiencia como periodista al momento de formar tu estilo de escritura?

-No lo sé bien. Supongo que como cualquier aprendizaje, provocó, generó y facilitó cosas, pero entorpeció otras. Como reportero uno aprende ciertos códigos. La premisa principal es la claridad por la preocupación porque tu lector sea contextualizado y entienda bien, porque lo estás informando de muchas maneras. Hay una necesidad de ser claro y explicar lo que haya que explicarse. En la literatura de ficción eso no siempre funciona porque la sobre-explicación enajena, entonces hay que fluir. Ese fue un primer aprendizaje.

Otro es que el periodismo es una disciplina de lo verificable. Todo lo verificable que sea posible. Yo diría el 100% verificable, pero siempre se dista un paso. Es una disciplina de confirmar todo. Cuando escribo ficción –por ejemplo ahora estoy escribiendo una novela que transcurre en 1993– estoy poniendo algo y tiendo a verificar si ese monumento existió en ese año. Creo que es algo de la disciplina periodística que permanece cuando escribo ficción. Si algo existió en un momento específico o un año después no es tan importante en la ficción, pero me cuesta salirme de ese marco. Estoy escribiendo cosas que invento, pero mi periodista interno sale en el marco de ese espacio-tiempo y la lógica de los acontecimientos.

Cómo calificarías esa cualidad…

-Todavía me pregunto si eso es bueno o malo. La respuesta es las dos cosas, pero es una cuestión de calibrar, es lo bonito. Cuando escribo crónicas, siempre sale algo aprendido en la ficción. Esa capacidad de la ficción de generar imágenes sensoriales. Entonces, me pregunto si lo puedo aplicar en las crónicas o de repente es muy literario. Son preguntas que creo que son lo bueno de este asunto. También escribí un libro de cuentos [No somos cazafantasmas] y creo que eso entrena en la narración corta. Muchas veces necesitas ir incorporando ese ‘know-how’.

En tus columnas escribes sobre bastante temas: política, cultura, realidad nacional. ¿Consideras que a través de ellas has obtenido la repercusión que buscabas?

-La respuesta es contradictoria. Yo saqué un libro con mis columnas: Polarizados. Creo que salió bien y fue publicado en una buena editorial, pero es un libro que –tal vez debido al ruido que hace mi opinión o la de Hildebrandt en sus trece como medio– es un libro que pasó prácticamente desapercibido. No fue comentado. Pero por otro lado, a mí me pasa que hay una conexión muy íntima cuando alguien me comenta sobre mis columnas, ¿no? Ando con alguien y me comenta «oye, leí tus columnas». Es como algo muy personal. Por un lado, parece que en términos de mediatización es un desastre, pero por otro lado genera una conexión muy directa con muchas personas.

Entonces, es interesante. Es un género que respeto mucho y creo haber desarrollado una forma de hacerlo. Nunca he creído que todo escritor –por ser escritor– pueda escribir una columna, eso es un error. La columna tiene una serie de estrategias, métodos y formas que uno puede usar para encontrar un estilo.

Entiendo que a lo largo del tiempo y con tantas columnas escritas hay temas que se repiten. ¿Consideras posible escribir por tanto tiempo y no contradecirse?

-Bueno, la columna es el género que con más constancia y con más tiempo he hecho, porque lo hago todas las semanas desde hace ya más de 10 años. Estamos hablando de bastante tiempo y creo que uno siempre puede repetirse; sobre todo cuando ya no eres tan joven y ya no te acuerdas bien. A mí me ha pasado estar en plena escritura y decirme «oye, creo que ya he hablado de esto», ir a mi archivo y, efectivamente, ya hablé al respecto. Incluso decirme «oye, pero esto está muy bien escrito. Yo no podría escribirlo así ahora». Entonces, yo lo que trato de que no ocurra es el cansancio. No me permitiría hacer una columna solo por hacer. Siempre, siempre pienso en una columna que pueda interesar, que pueda ser provocadora en algún sentido, ¿no? Hacer eso todas las semanas es un esfuerzo. No siempre se logra. A veces uno siente que no está haciendo todo su esfuerzo. Sobre todo cuando comparas con el tiempo atrás.

A mí me gusta escribir columnas porque es una forma de conectar. Es un cable a tierra. En términos racionales, si yo no escribiera columnas tendría todo ese tiempo extra para escribir y sería genial, pero cuando he estado sin necesidad de escribir una columna –por ejemplo cuando el semanario paró por la pandemia del Covid-19– sentía una desconexión que me afectaba en niveles anímicos. No era que tuviera ese tiempo para escribir, sino que me faltaba algo y creo que esa es la razón por la que algunos escritores hacemos columnas. Es un respiro, es una forma de utilizar las habilidades para escribir en otras retóricas. Es una posición en la que sientes que tienes más seguidores, pero –como te digo– va y viene.

¿Consideras que existen tópicos o temas sobre lo que es mejor no comentar ni opinar?

-Creo que hay que ser muy cuidadoso al opinar, salvo que ya haya indicios muy razonables sobre el tema. Por ejemplo, encuestas tipo ‘¿cree usted que X es culpable?’ Ese tipo de percepciones de opinión pueden ser tóxicas porque –finalmente– ahí lo que necesitamos es que los expertos analicen los hechos. Entonces ahí los que hacen el trabajo son los encargados, en el ámbito noticioso son los periodistas de investigación del periódico. Los opinadores debemos guardar silencio, al menos por un rato, porque la opinión tiene poco valor como verdad. La opinión tiene poco valor en general. Esto es algo que me dejaron los talleres, la opinión es justamente lo opuesto a la verdad con pruebas. La opinión es algo que tiene que ver con percepciones. La opinión viene del ensayo. Como decía Montaigne, «el ensayo lúcido de las propiedades físicas y mentales». Yo veo la cosas y voy comentando lo que creo del mundo. Es lo que percibo de un yo con mi subjetividad presente.

¿Cómo defines la relación entre la opinión y la búsqueda de la verdad en el ámbito periodístico?

-La columna de opinión es lo opuesto a buscar una verdad. La verdad tiene que ver con otras metodologías. En el caso de la tesis, el estudio científico, el paper o el reportaje de investigación; que tiene también una serie de premisas sobre la verdad. Creo que cuando la opinión se precipita a algo que todavía no se sabe si es verdad, puede ser nociva.Creo que la opinión debe saber su lugar. De hecho, cuando escribo una columna de opinión no me considero periodista. La columna de opinión es retórica. No sé si todos están familiarizados con las estrategias del juego sucio de la argumentación: la falacia. La columna de opiniones es argumentación que juega al borde de estas estrategias. Hay momentos retóricos de la crónica que se parecen mucho a la falacia del hombre de pájaro o la falacia de la generalización. Justamente por eso la columna de opinión la hacen personas que escriben, porque saben escribir con suficiente encanto.

¿Cuánta diferencia hay entre una columna de opinión y el periodismo tradicional?

-La columna es un género poco serio para hablar de verdad. A mí me gusta estar informado, conocer cosas y ser convincente, pero hay que poner la advertencia. Es algo que hemos perdido un poco como sociedad, leer la advertencia elemental de ciertos textos o incluso ciertas series. Ver una serie –Narcos por ejemplo– y creer que es verdad. Creer que lo que dice alguien tiene el mismo nivel que la verdad o creer que una ficción te da una cuenta precisa de los hechos.

Yo creo que la columna debe entenderse como eso. Javier Marías Franco, columnista español que falleció hace unos años y por mucho tiempo fue mi columnista de cabecera, decía que la columna tiene algo de pasatiempo. Podría decirse que la columna no está tan cerca del contenido periodístico de las investigaciones, sino que está más cerca de otros puntos. La columna es algo que lees para sonreír con alguna figura retórica, reírte directamente o para reaccionar y decir «no lo había visto de esa forma». Yo defiendo mucho ese carácter y esa humildad de la columna.

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