TIEMPO DE ESPERANZA

Por: Javier Del Río Alba Arzobispo de Arequipa

Comenzamos el tiempo de Adviento. Cuatro semanas que Dios nos regala para prepararnos para la Navidad y para reavivar en nosotros la esperanza en el retorno de su Hijo Jesucristo, cuando vendrá con gloria para llevar a plenitud su Reino que no tendrá fin. La palabra “adviento” viene del latín “adventus” que significa “llegada”, “presencia” o también “venida”. En la antigüedad se usaba para referirse a la visita que un alto funcionario público, un rey o un emperador, hacía a alguna de las provincias de su imperio y se le recibía con una gran fiesta. San Pablo usa el mismo término cuando nos exhorta a estar siempre alegres, ser constantes en la oración, hacer el bien y guardarnos del mal, para que todo nuestro «espíritu, alma y cuerpo, se mantenga sin reproche hasta la venida (“adventus”) de nuestro Señor Jesucristo» (1Tes 5,15-23). Prepararnos con esperanza a la última venida de Jesús tiene su fundamento, como dice el apóstol, en que «Dios no nos ha destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros para que, despiertos o dormidos, vivamos con Él» (1Tes 5,9-10).

Así, la permanente espera de Jesús cuando vendrá en su gloria para llevarnos con Él, tiene su fundamento en su primera venida, cuando el Verbo se hizo carne en el seno de la Virgen María y pagó por nuestros pecados en la cruz. Pero no sólo eso, porque como hemos dicho, “adventus” significa también “presencia”. Y ese es el segundo fundamento de nuestra espera: la experiencia de que Jesús cumple lo que nos prometió antes de partir al Cielo: «estaré con ustedes todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20). Jesús está presente en medio de nosotros, camina con su Iglesia en medio de los avatares de la historia. En la Navidad, entonces, celebramos a Aquél que vino hace 2024 años, viene cada día a nuestra vida y vendrá para llevarnos con Él al final de los tiempos.

La finalidad del Adviento, por tanto, es prepararnos para la celebración festiva de la Navidad, pero al mismo tiempo recordarnos que toda nuestra vida está llamada a ser una continua preparación para la gran fiesta del retorno del Señor; porque, como decimos cada vez que celebramos la Misa, los cristianos «esperamos la gloriosa venida de nuestro salvador Jesucristo». En ese sentido, como dijo el Papa Benedicto XVI, el Adviento «nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia…nos estimula a contemplar al Señor presente…nos impulsa a entender el sentido del tiempo y de la historia como “kairós”, como ocasión propicia para nuestra salvación» (Homilía, 28.XI.2009). Así, si bien el Adviento ha sido siempre importante para la Iglesia, podemos decir que en nuestros días adquiere una importancia peculiar ya que el ritmo vertiginoso que nos imponen la sociedad de consumo y las nuevas tecnologías ocasiona que, a lo largo del año, muchas veces no tengamos tiempo suficiente para tomar consciencia y contemplar la presencia de Dios en nuestra vida. Aprovechemos estas semanas de Adviento para hacerlo. Volvamos al centro de nuestra fe: Jesucristo que quiere como renacer en nosotros en esta Navidad para, habitando en nosotros, mantenernos siempre preparados para su venida definitiva.

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