La Familia. ¿El Estado la promueve, la apoya?
Por: Pedro Rodríguez Chirinos – Asociación Rerum novarum.

En la Constitución del año 1979 dice en su fundamento: “Que la familia es célula básica de la sociedad y raíz de su grandeza, así como ámbito natural de la educación y la cultura;” tiene todo un capítulo de la carta magna dedicada a ella y en uno de sus artículos: “Artículo 5.El Estado protege el matrimonio y la familia como sociedad natural e institución fundamental de la Nación. Las formas de matrimonio y las causas de separación y disolución son reguladas por la ley.”. Mientras que la Constitución del año 1993, no se menciona en el fundamento, no tiene el debido lugar como la anterior carta, y solo aparece en pocos artículos, mencionamos uno: “Artículo 4°.- La comunidad y el Estado protegen especialmente al niño, al adolescente, a la madre y al anciano en situación de abandono. También protegen a la familia y promueven el matrimonio. Reconocen a estos últimos como institutos naturales y fundamentales de la sociedad. La forma del matrimonio y las causas de separación y de disolución son reguladas por la ley.” Pasar de un capitulo dedicado a la familia a unos artículos, en la historia de nuestras constituciones, se puede ver que no está en el centro de atención del Estado o Nación, se dice que es importante pero ahí queda, en menciones. Hablemos. La familia es el espacio en el que se asegura la continuidad de la sociedad. Luego, la familia asume la tarea específica de la socialización y la educación de los hijos. Está compuesta de padre y madre e hijos. Eso es lo natural y anterior al Estado. Trasmite los principios y valores, tradiciones culturales, éticas; es donde se aprende la verdad y el bien, y sociales, también espirituales y religiosas, que son fundamentales para formar el ser humano en libertad y responsabilidad. Para superar la mentalidad individualista, hoy día tan difundida, se requiere un compromiso concreto de solidaridad y caridad, que comienza dentro de la familia con la mutua ayuda de los esposos y, luego, con las atenciones que las generaciones se prestan entre sí. De este modo la familia se cualifica como comunidad de trabajo y de solidaridad. Pero ocurre que cuando la familia decide realizar plenamente su vocación, se puede encontrar sin el apoyo necesario por parte del Estado, que no dispone de recursos suficientes. Es urgente, entonces, promover iniciativas políticas no sólo en favor de la familia, sino también políticas sociales que tengan como objetivo principal a la familia misma, ayudándola mediante la asignación de recursos adecuados e instrumentos eficaces de ayuda, bien sea para la educación de los hijos, bien sea para la atención de los ancianos, evitando su alejamiento del núcleo familiar y consolidando las relaciones entre las generaciones. Además, de la familia se desarrollan también funciones vitales y ponen en marcha estructuras específicas de solidaridad otras sociedades intermedias. Entendemos como sociedades intermedias los colegios, los institutos, los clubs, los partidos, etc. Efectivamente, éstas maduran como verdaderas comunidades de personas y refuerzan el tejido social, impidiendo que caiga en el anonimato y en una masificación impersonal, bastante frecuente por desgracia en la sociedad moderna. En medio de esa múltiple interacción de las relaciones, vive la persona y crece la «subjetividad de la sociedad». El individuo hoy día queda sofocado con frecuencia entre los dos polos del Estado y del mercado. En efecto, da la impresión a veces de que existe sólo como productor y consumidor de mercancías, o bien como objeto de la administración del Estado, mientras se olvida que la convivencia entre los hombres no tiene como fin ni el mercado ni el Estado, ya que posee en sí misma un valor singular a cuyo servicio deben estar el Estado y el mercado. El hombre es, ante todo, un ser que busca la verdad y se esfuerza por vivirla y profundizarla en un diálogo continuo que implica a las generaciones pasadas y futuras. Entendemos que el matrimonio es una unión entre hombre y mujer (Asociación Pontificia Internacional, 2018), concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses. En nuestra doctrina se recoge la enseñanza sobre la persona humana y la familia. La relación es clara, el primer lugar donde se forma una persona es en la familia, y el matrimonio va de la mano. Y aquello que trata sobre el matrimonio y la complementariedad de los sexos propone una verdad puesta en evidencia por la recta razón y reconocida como tal por todas las grandes culturas del mundo. El matrimonio no es una unión cualquiera entre personas humanas. Ha sido fundado por el Creador, que lo ha dotado de una naturaleza propia, propiedades esenciales y finalidades. Ninguna ideología puede cancelar del espíritu humano la certeza de que el matrimonio en realidad existe únicamente entre dos personas de sexo opuesto que, por medio de la recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus personas. Así se perfeccionan mutuamente para colaborar con Dios en la generación y educación de nuevas vidas. Ante el reconocimiento legal de las uniones homosexuales, o la equiparación legal de éstas al matrimonio con acceso a los derechos propios del mismo, es necesario oponerse en forma clara e incisiva (Vaticano, 2018). Hay que abstenerse de cualquier tipo de cooperación formal a la promulgación o aplicación de leyes tan gravemente injustas y, asimismo, en cuanto sea posible, de la cooperación material en el plano aplicativo. En esta materia cada cual puede reivindicar el derecho a la objeción de conciencia. Es de notar que nuestra legislación ya contempla protecciones legales para las personas que tienen un proyecto de vida, seguro social, el patrimonio, etc., y que podría de ser necesario dialogar sobre ellas, pero un matrimonio tal como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Comisión Interamericana de Derechos Humanos., 2018) insta reconocerlo como “matrimonio” entre personas del mismo sexo y extenderles los mismos derechos que se otorgan a las parejas heterosexuales. No estamos de acuerdo, pero respetamos. Hagamos caso a la biología, que es ciencia.

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