VIVIR ACELERADOS NO ES UNA SOLUCIÓN (PRIMERA PARTE)
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

Cuando contemplamos el cielo lleno de nubes oscuras pensamos de seguro en la lluvia que vendrá. Cuando acaba de llover de seguro esperamos ansiosos, aquellos que aún sueñan, contemplar un precioso arcoíris. De seguro que cuando vemos el cielo pintado de colores pensamos en la promesa de vida que un día se escribió en las páginas de la historia de la humanidad.

HOY CONOCÍ EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

Cada vez que sucede algo pensamos en la consecuencia mediata y nos olvidamos de vivir el presente. Al actuar así, día a día dejamos de beber del néctar de la existencia ya que, en lugar de disfrutar el panorama de las nubes agrupándose y cubriendo la inmensidad del cielo en un avance rápido e impresionante, nos concentramos en un pensamiento vacío sobre algo inexistente en ese momento (la lluvia) y no contentos con habernos perdido la magia de sentir el espectáculo de la migración de las nubes perseveramos en nuestro actuar displicente con el milagro de la naturaleza y nos negamos el gusto de la lluvia por seguir pensando en aquello que vendrá y no nos damos la alegría de saltar en el patio de casa gozando con la caída de las gotas de lluvia sobre el cuerpo, ¡no!, nuevamente nos concentramos en pensar en aquello que debiera de suceder minutos u horas más tarde, pensamos en el arcoíris que vendrá; aprehendemos al futuro, lo anhelamos impacientemente y cuando éste llega, nuestra mente ingrata vuela hacia un nuevo futuro y la cadena de sufrimiento persevera tristemente en el tiempo.

Decimos que vivimos en el presente y mentimos, vivimos los momentos mediatos al presente, ansiamos vivir por adelantado aquello que vendrá y decidimos finalmente existir en base a una posibilidad. Nuestro cerebro viene trabajando mal desde hace tiempo atrás. Nos hemos olvidado de degustar la existencia del momento. Nuestro cerebro vive aceleradamente y no puede frenar. Por eso sufrimos, vivimos acomodados en un auto (nuestro cuerpo y nuestra mente) que viene viajando a una velocidad de doscientos kilómetros por hora, vivimos apresurados y creemos insensatamente que si no nos damos prisa llegaremos tarde a nuestra cita con la vida. Pensamos, “ya no hay tiempo” y para solucionar el conflicto “tratamos de ver más allá de lo evidente” y, en consecuencia, sufrimos por dos razones: no siempre el espectáculo al cual me proyecto se vuelve realidad y, en segundo lugar, no permito que mis sentidos interioricen la vivencia presente, de leer quizá un libro o contemplar el camino de mi casa hacia el trabajo.

¡No hay tiempo, no lo hay!, nos asemejamos nuevamente al conejo de Alicia… y vivimos angustiados, preocupados, obnubilados por aquello que podría suceder y nos perdemos “todo”.

Muchos equivocadamente dicen: mi objetivo es llegar a la meta y ésta es hacer realidad mis sueños. Pensamiento noble pero, a la vez, infame y errado. Uno de los objetivos de la vida es llegar a la meta, es cierto, pero si no degustamos el camino de llegar a ésta (que es su complemento) habremos fallado. Si lográramos valorar el esfuerzo por alcanzar los sueños, si pudiéramos sentir cada latido del corazón en la consecución del proyecto trazado, viviríamos a plenitud cada segundo y eso en  sí ya es “haber llegado a la meta”.

Pero muchos me preguntan, cuando hablo de este modo, ¿cómo puede ser cierto que el solo hecho de recorrer parte del camino que hará realidad mi sueño puede llegar a significar que ya he alcanzado lo más sublime de mi plan de vida, la meta?

Si tú compartes la interrogante antes señalada, déjame que te pregunte: ¿cada uno de nosotros vamos a morir un día, ya que la vida es finita, cierto? De seguro afirmarás con la cabeza, pero con ello no habré podido darte solución a la interrogante planteada. Ahora te digo, ¿nadie te asegura que mañana vas a despertar, cierto? Y afirmarás nuevamente con el mismo movimiento de la cabeza. Si así son las cosas entonces, ¿se podrán hacer realidad todos nuestros sueños?, de seguro que todos no se harán realidad, unos cuantos quizá y, si tenemos “mala suerte”, ninguno. Si vives con el razonamiento anterior de seguro que estás equivocado y te explico por qué. Con el solo hecho de intentar algo ya has hecho realidad “algo”. Y ¿qué es un sueño?, en el fondo mismo de su significado podría decirse que es una creación y si con el solo hecho de haber dado todo tu esfuerzo hoy por alcanzar aquello que anhelas, yo vengo y te digo que ya has creado algo, “has hecho realidad una parte de tu sueño, has hecho realidad esa parte del todo sin el cual el todo no existiría. ¡Ese es el secreto de la vida!, y la vida esta representada por todos aquellos días, meses o años que gozamos en este planeta y se halla enmarcada en el paréntesis del nacer y el morir; pero a su vez, la vida es cada instante que nuestra mente funciona, que nuestro corazón late y cada acción que llevamos a cabo. La vida es este momento y a la vez es todos los momentos juntos que nos toca por compartir con la gente de este hermoso planeta azul llamado Tierra.

DATO

Si interiorizamos los conceptos del párrafo anterior de seguro que podemos redescubrir aquella magia que hace tan alegres a los niños y aquella maldición que hace tan miserables a adultos y ancianos. Los niños sencillamente gozan la vida, no se preguntan qué debo de hacer mañana ni si de aquí a veinte años debo de estar estudiando en una universidad en busca de mi realización profesional. No, los niños hacen que su tiempo sea eterno porque gozan a plenitud cada pequeño parpadeo de las agujas de un reloj en la torre de una iglesia. Para un niño la vida está enmarcada por un precioso concepto: es eterna.

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