Un país sin liderazgos
Por Juan Sheput – El Montonero

Podría haber usado el singular titulando a esta columna como “Un país sin liderazgo”, pero sería injusto. Estamos padeciendo de una cruel ausencia de líderes en diversos ámbitos, que ha hecho que nuestro país se convierta en una suerte de líquido que adopta la forma del molde en el cual cae, como producto de la coyuntura. Siendo así las discusiones, en lugar de desenvolverse en el ámbito que les corresponde, devienen en el facilismo de lo legal, en el campo de lo jurídico, en la opinología abogadil, que tiene como principal característica tratar de simplificar la discusión reduciéndola al ámbito de lo legal, de lo constitucional.

Los problemas de nuestro país son muy complejos y es un grave error caer en el reduccionismo de pretender solucionarlos con simples interpretaciones legales o constitucionales. La complejidad, más bien, requiere de soluciones políticas que no necesariamente obedecen a las leyes de la lógica, de allí su dificultad. Que no haya políticos en las instituciones donde debería haber no significa que no existan soluciones políticas. Pero para que estas germinen se requiere orientar el debate, y para que haya un debate adecuado se requiere de liderazgos.

De ello escribe Henry Kissinger en sus célebres libros Mis memorias y Liderazgo. En sus recuerdos de las tratativas con China, a raíz de los 50 años de la visita de Nixon a Mao, Kissinger expresa contundentemente que estas no habrían sido exitosas sin el liderazgo de Richard Nixon y de sus contrapartes Mao Zedong y Zhou Enlai. Cuando reinaba la confusión en las tradicionales entidades chinas, Mao o Zhou zanjaron el debate con sus presiones y orientaciones. Lo mismo sucedía en Estados Unidos cuando la polémica en torno a las conversaciones se desbocaba. Tanto cree en el liderazgo Kissinger que en una entrevista al NYT señala “sin liderazgo las instituciones pierden el rumbo y las naciones, en ausencia de él, se exponen al desastre”.

Cuando vemos las discusiones en torno a la investigación a la Junta Nacional de Justicia y la forma como reaccionan los investigadores y los investigados, ambos con estridente elocuencia, vemos lo certeras de las palabras de Kissinger. Al no haber liderazgo la polémica deviene en desordenada, en una vulgar competencia mediática. Lo justo, que se investigue a la JNJ, pues es constitucionalmente válido, pierde sentido en medio de la confusión y el cargamontón mediático. A tal punto que hasta hace retroceder a los parlamentarios que, en cumplimiento de su mandato constitucional, han decidido investigar las acciones cuestionables que ha cometido la JNJ. Así como lo lee: acciones cuestionables.

Ustedes se preguntarán ¿y a quién le corresponde ejercer ese liderazgo en este caso específico? Pues al jefe de Estado, es decir a la presidenta Boluarte…¿Es mucho pedir? Saque usted sus conclusiones y dé respuesta a una duda que nos aborda en estos días del por qué estamos así.

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