Sin confianza no hay desarrollo

Por Antero Flores-Araoz – El Montonero

Es necesario terminar los conflictos entre instituciones

Si meses atrás habían indicios de que estábamos entrando en un proceso de recesión económica, hoy es una verdad de Perogrullo. Basta con simplemente observar que no hay nuevas inversiones, que la recaudación fiscal ha decrecido ostensiblemente, que todavía los empleos que se perdieron en la pandemia no han sido recuperados, que la población crece y requiere de nuevas oportunidades laborales que no se dan, que las ventas de las empresas, tanto de bienes como de servicios han disminuido, que las campañas en que las empresas de retail hacían su agosto ya no lo hacen, como lo demostraron las campañas del día de la madre y del padre, que los productores de materiales de construcción la ven ófrica, que los departamentos y otros inmuebles en venta siguen con sus carteles de “se vende” (pese a que sus precios se reducen pues no hay compradores) y cada vez hay también más letreros de “Se alquila”.

Por supuesto que siempre tendremos a los iluminados que creen tener la receta perfecta para salir de la recesión. Y le hacen mil sugerencias a quien creen milagroso, al ministro de Economía y Finanzas; que por cierto no lo es, aunque hace lo que puede, incluso para ser muro de contención ante los populismos gubernamentales y congresales, que creen que la Caja Fiscal es un barril sin fondo y, valga la redundancia, si tiene fondo.

Para salir de la recesión y desarrollarnos hay que generar confianza, ya que los inversores la requieren para utilizar sus capitales en nuevos emprendimientos que ofrezcan puestos de trabajo, con lo cual se reduce el desempleo y la pobreza y, con ello, se alcanzan mejores niveles de vida para la población. Es, como no nos cansaremos de repetir, una cadena: sin confianza no hay inversión, sin inversión no hay empleo y sin empleo no hay bienestar.

Ahora bien, para que se active la cadena a la que nos hemos referido, que comienza con la confianza, se requiere predictibilidad tributaria, estabilidad de normas legales, y que los organismos del Estado funcionen de acuerdo con sus facultades y atribuciones, de preferencia coordinadamente.

Como estamos advirtiendo, estamos ante una guerra no declarada, pero sí cierta, entre los Poderes del Estado y los Organismos Estatales autónomos, en un todos contra todos. Y no nos damos cuenta de que ello es un elemento importante, no para generar la confianza requerida en el país, sino todo lo contrario.

Estamos ante una situación perversa, con un fenómeno de El Niño ad portas y sin emplearse a cabalidad e integridad los fondos disponibles para la prevención de sus efectos. Incluso sin advertir que no solamente se requiere llamar a los inversores, tanto del interior como del exterior para que inviertan, sino generar la confianza en el país. Sin embargo cuando la Presidenta de la República sale a “vender” la imagen del país como receptor de inversiones, señalan que no dice la verdad porque estamos en un caos. Por el amor de Dios ¿qué quieren que diga? Qué no se invierta cuando lo requerido es inversión.

A veces pienso que los mayores enemigos de los peruanos son los propios peruanos. Ya es hora de que nos ubiquemos, terminando con esta sensación de conflicto entre instituciones, y todos ponernos a trabajar por el desarrollo de nuestro Perú.

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