La peor forma de violencia

Por: David Tuesta – Presidente del Consejo Privado de Competitividad

Es una pena observar cómo, año tras año, el llamado “milagro económico peruano” se va derrumbando cual castillo de naipes. El último dato de pobreza 2023 recientemente revelado por el INEI, que la estima en 29,0%, recoge una senda de deterioro del bienestar que se ha hecho evidente desde el período de confinamientos por la Covid-19 del 2020. Pero este descalabro, en realidad, no empezó ahí.

Uno tiene que remontarse a 15 años atrás para encontrar la causa-raíz de lo que hoy cosechamos. Para comenzar, en ese entonces, se empezó a arraigar en el país un discurso anti-inversión privada que vino acompañado de un conjunto de políticas que sirvieron de comparsa para desincentivar las decisiones empresariales a ritmo de “permisología” y elevados costos de para hacer empresa.

Con ello el potencial de crecimiento económico ha caído desde más del 5% en el 2010 al 2,5% de acuerdo con estimaciones del Banco Central de Reserva del Perú. De la mano de esta senda observamos cómo el ritmo de reducción de la pobreza fue perdiendo tracción. De hecho la tasa de pobreza del 20% en 2019 fue a penas decimas menor que el año anterior. Y luego, una economía completamente debilitada y con los motores de la productividad casi apagados, poco pudo hacer para detener el fuerte salto de la pobreza a más del 30% en 2020. Y el ánimo de frustración se acrecienta cuando vemos que el 2023 se ha registrado similar tasa, pero sin Pandemia.

Decía Mahatma Gandhi que “la pobreza es la peor forma de violencia” y, sin duda no se equivoca. El dato del INEI nos revela que el Perú tiene cerca de 10 millones de pobres y que sólo en el 2023 se han sumado a ese fatal número cerca de 600 mil peruanos. ¿Cómo salir de este hoyo en el que nos han sumido políticas populistas que siguen pululando en el ambiente? ¿Con más bonos? Esto sería un error.

Lo que necesita el país en las circunstancias actuales es reactivar los motores de la productividad que impulsen por fin un crecimiento económico vigoroso. No son las políticas sociales de más transferencia las que nos van a ayudar a reducir sostenidamente la pobreza. Los programas sociales son, sin duda, políticas necesarias para mitigar los problemas de pobreza existente; no obstante, lo que ayuda a reducirla sostenidamente es la productividad. Una productividad que fomenta el crecimiento, la inversión, el empleo y con ello, los ingresos que permite a las personas mejorar sus condiciones económicas.

Y deben tomar nota nuestros políticos que con el crecimiento económico de 3,0% que pronostica el MEF nos tomará 20 años retornar a la tasa de pobreza prepandemia. Y es muy probable que en el camino las reacciones sociales y políticas no permitan que ni siquiera este ejercicio estadística se haga realidad. Los motores de la productividad deben ser encendidos con urgencia.

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