TODO SUCEDE POR ALGO (2° PARTE)

Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

Mucha gente a lo largo del mundo comete actos de agresión simplemente porque no saben lo que hacen, piensan que hacen el bien y con el tiempo se van dando cuenta de cuanto se han ido equivocando.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

Cuando los sucesos han acaecido podemos juzgarlos plenamente como buenos o malos, antes de hacer algo sólo hay posibilidades, mayores o menores, para lograr el resultado esperado, aunque el autoconocimiento, el respeto y la comprensión internos y externos nos dan una oportunidad mayor de éxito. Si caminamos con los ojos vendados, llenos de ignorancia y con la vanidad del falso conocimiento cometeremos un sin fin de errores. No es malo cometer un error, lo nocivo es no aprender de él, lo negativo en no rectificarse, lo realmente malo es perseverar en él y seguir dañándonos o seguir dañando a los seres de nuestro entorno.

Recuerda: nuestro bienestar es el bienestar de los que nos rodean, nuestra luz puede iluminar el camino de otros y nuestra ignorancia puede obstaculizar el desarrollo de los demás.

Debemos de sentirnos felices porque alguien nos llame la atención, porque nos pidan que seamos más cuidadosos o porque nos rechacen. Interiorizar esos eventos como actos de aprendizaje llenarán nuestras arcas personales de paciencia, tolerancia y entendimiento.

Sólo aquel que aprendió a volar en las más difíciles situaciones podrá llegar hasta el cielo. Aquel que tuvo el camino despejado y sin obstáculos significativos ha perdido la gran oportunidad de fortalecer su ser con las experiencias negativas.

Los golpes del camino nos llenan de fuerza, nos enseñan a enfrentar nuevos desafíos, nos dan lecciones de constancia y nos permiten avivar nuestros sentidos.

Sólo aquel que cayó y que pudo levantarse podrá caerse y volver a levantarse. Aquel que nunca cayó víctima de los azares del destino tendrá un gran problema el día que caiga víctima de los golpes del destino, nunca aprendió a levantarse y nunca aprendió a ver los desafíos como una nueva oportunidad para levantarse.

Podemos estudiar en una universidad muchos conceptos teóricos de cómo enfrentar los desafíos de la vida, pero si no los llevamos a la práctica, serán conocimientos vacíos,

Levantarse luego de haber caído es una muestra del aprendizaje individual de cómo afrontar la vida.

De igual modo, regalar actos de afecto, aunque nunca recibamos un gracias por ello también es un acto importante de desarrollo personal. No importa si hoy echaste al suelo mil semillas de rosas y solo una prendió con el paso del tiempo, si avanzas por la vida y sigues sembrando mil semillas de rosas a diario a lo largo de un año tendrás más de trescientas rosas que alegren tu visión del camino recorrido.

Recuerda: no es importante aquello que no lograste realizar, ¡lo único importante es aquello que si realizaste!

Cuando vivamos bajo la consigna de que el bien atrae el bien, viviremos conscientemente bajo la ley de causalidad. Pero debemos recordar que el concepto se ciñe a los viejos lineamientos de “haz el bien sin mirar a quien”. No debemos hacer un acto de nobleza por la ufana esperanza de recibir siempre algo a cambio. El camino de la vida y de la reciprocidad es como el camino en el cual se sembró rosas, de mil sembradas muchas veces sólo una llega a crecer; de mil actos de generosidad a veces solo uno será retribuido. Pero el mayor bienestar en dar está en el solo hecho de dar. Si alguien alguna vez reconoce el bien que hiciste “qué bueno” y si nadie lo hace, no es importante, lo importante no son muchas veces las rosas que germinan en el exterior sino aquellas que te regalas a ti mismo en tu jardín mental.

Recuerdo la historia “por un vaso de leche” y la comparto con cada uno de ustedes para desenterrar muchas de nuestras lágrimas y para comprender cuán grande puede ser la ley de la causalidad.

Un día, un muchacho pobre que vendía mercancías de puerta en puerta para pagar su escuela, encontró que sólo le quedaba una simple moneda de diez centavos, y tenía hambre. Decidió que pediría comida en la próxima casa. Sin embargo, sus nervios lo traicionaron cuando una encantadora mujer joven le abrió la puerta. En lugar de comida pidió un vaso de agua.

Ella pensó que él joven parecía hambriento así que le trajo un gran vaso de leche. Él lo bebió despacio, y entonces le preguntó:

– «¿Cuánto le debo?”

– «No me debes nada,» contestó Ella.

«Mi madre siempre nos ha enseñado a nunca aceptar pago por una caridad».

Él dijo…..

– «Entonces, te lo agradezco de todo corazón»

Cuando Howard Kelly se fue de la casa, no sólo se sintió físicamente más fuerte, sino que también su fe en Dios y en los hombres era más fuerte.

Él había estado listo a rendirse y dejar todo.

Años después esa joven mujer enfermo gravemente. Los doctores locales estaban confundidos. Finalmente la enviaron a la gran ciudad, donde llamaron a especialistas para estudiar su rara enfermedad.

 Se llamó al Dr. Howard Kelly para consultarle. Cuando oyó el nombre del pueblo de donde ella vino, una extraña luz llenó sus ojos.

Inmediatamente subió del vestíbulo del hospital a su cuarto. Vestido con su bata de doctor entró a verla. La reconoció en seguida.

Regresó al cuarto de observación determinado a hacer lo mejor para salvar
su vida.

Desde ese día prestó atención especial al caso. Después de una larga lucha, ganó la batalla.
El Dr. Kelly pidió a la oficina de administración del hospital que le enviaran la factura total de los gastos para aprobarla.

Él la reviso y entonces escribió algo en el borde y le envió la factura al cuarto de la paciente. Ella temía abrirla, porque sabía que le tomaría el resto de su vida para pagar todos los gastos. Finalmente la abrió, y algo llamo su atención en el borde de la factura.
Leyó estas palabras….. «Pagado por completo hace muchos años con un vaso de leche – (firmado) Dr. Howard Kelly».

Lágrimas de alegría inundaron sus ojos y su feliz corazón oró así: «Gracias, Dios porque tu amor se ha manifestado en las manos y los corazones humanos.»

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