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Fortaleciendo la educación superior
en Perú: un enfoque aristotélico
Por Silvana Pareja
El Montonero
El papel de las universidades como actores cívicos y motores del desarrollo sostenible no puede realizarse plenamente sin el apoyo de políticas públicas sólidas y estratégicas. En el Perú estas instituciones enfrentan desafíos financieros y sociales significativos, lo que subraya la necesidad de políticas públicas que promuevan un sistema de educación superior orientado a la pertinencia social, la equidad y la sostenibilidad. Estas políticas son fundamentales para garantizar que las universidades puedan cumplir con su misión cívica y convertirse en pilares del desarrollo nacional.
La noción de políticas públicas no es reciente; su raíz puede rastrearse hasta la Antigua Grecia, donde el filósofo Aristóteles abordó la importancia de la organización política y la virtud cívica en su obra «Política». Aristóteles argumentó que «el objetivo principal de la política es el bien común», un principio que resuena profundamente en el diseño de políticas públicas actuales. Para Aristóteles, la educación era una herramienta indispensable para formar ciudadanos virtuosos y garantizar la estabilidad de la polis. Si bien su contexto era la polis griega, su énfasis en el papel de la educación como motor del progreso social y político se alinea con la necesidad contemporánea de políticas públicas que fortalezcan la educación superior en el Perú.
El surgimiento de las políticas públicas en la antigüedad estaba profundamente ligado al concepto de comunidad. En ese entonces, las decisiones se tomaban considerando el bienestar colectivo, con el fin de construir una sociedad estable y cohesionada. Sin embargo, estas políticas eran muchas veces exclusivas, limitadas a una élite que gozaba de privilegios sociales y educativos. En contraste, las políticas públicas modernas, particularmente en el ámbito de la educación, deben tener como eje central la inclusión y la equidad, buscando garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a oportunidades de desarrollo.
En el Perú, esta perspectiva inclusiva se traduce en la necesidad de fortalecer la conexión entre las universidades y sus comunidades. Las políticas públicas deben fomentar la descentralización educativa, asegurando que las regiones más alejadas y menos favorecidas cuenten con recursos adecuados para desarrollar sus capacidades. Este enfoque, aunque diferente en escala y complejidad al de la Antigua Grecia, comparte el principio fundamental de Aristóteles: una sociedad próspera requiere ciudadanos educados y comprometidos con el bien común.
Además, mientras las políticas públicas antiguas estaban más enfocadas en la supervivencia y la estabilidad de la política, las actuales buscan responder a problemáticas globales como la desigualdad, el cambio climático y la revolución tecnológica. En este sentido, las universidades peruanas deberían tener el potencial de liderar este cambio a través de la investigación y la formación de ciudadanos críticos y comprometidos, pero la condición fundamental es un adecuado financiamiento.
En conclusión, aunque las políticas públicas han evolucionado desde los tiempos de Aristóteles, su esencia permanece: garantizar el bien común. Hoy, esto implica diseñar un sistema educativo inclusivo y sostenible que reconozca el papel cívico de las universidades como agentes de cambio social. Al aprender del pasado y adaptarse al presente, las políticas públicas pueden convertirse en un catalizador para que las universidades peruanas lideren el desarrollo inclusivo y sostenible que el país necesita.