¡ALÉGRATE!

La tercera semana del Adviento viene marcada por las lecturas del domingo denominado Gaudete, que podemos traducir como “de gozo” o “de alegría”, por la cercanía de la Navidad. Ya en el siglo séptimo antes de Cristo, Sofonías había anunciado que, a través del perdón de los pecados, Dios mismo se prepararía un pueblo «humilde y pobre» que «no hará más el mal, no mentirá ni habrá engaño en su boca», y que Él habitaría en medio de ese pueblo y lo salvaría de sus enemigos (So 3,12-19). Eso es, justamente, lo que celebramos en la Navidad: Dios viene a habitar en nosotros; no retiene ávidamente su dignidad divina sino que se despoja de ella y asume nuestra naturaleza humana, humillándose a sí mismo hasta morir en la cruz por nosotros (Fil 2,6-8). Contemplar este acto de amor de Dios, que hace todo eso para perdonar nuestros pecados y abrirnos las puertas del Cielo, suscita en nosotros la alegría, el gozo y la alabanza, porque tenemos un Dios bueno y misericordioso, un Dios estupendo. ¿Quién, salvo Él, es capaz de amarnos así?

Los cristianos sabemos que la Navidad no consiste en un mero recuerdo de un acontecimiento que sucedió hace más de dos mil años, sino que al recordarlo y celebrarlo litúrgicamente, por la sacramentalidad de la Iglesia que le viene de la potencia del Espíritu Santo, la gracia y la fuerza de ese acontecimiento se hacen presentes en el hoy de nuestra historia. Es decir que, así como Dios vino al mundo en Belén, viene nuevamente en esta Navidad para darnos a todos la posibilidad de acogerlo en lo profundo de nuestro ser, en nuestra vida, nuestros hogares y la sociedad, para que se cumpla en nosotros lo que dice el apóstol san Juan: «a cuantos lo recibieron les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre» (Jn 1,12). Se entiende, entonces, la exhortación de san Pablo: «estén siempre alegres en el Señor…nada les preocupe…y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará sus corazones» (Fil 4,4-7). ¿Cómo no estar alegres si Dios viene no sólo a perdonar nuestros pecados sino, todavía más, a hacernos hijos suyos, partícipes de su propia vida divina?

Los cristianos, por propia experiencia, sabemos que la Navidad no es una leyenda o una mera doctrina. Por el contrario, tenemos la certeza de que Jesús viene en esta Navidad, porque hemos experimentado su venida en otras navidades y la experimentamos también muchas veces, aunque de modos diversos, a lo largo del año. En síntesis, sabemos que viene porque ya ha venido; y nos alegramos porque, cada vez que ha venido, siempre lo ha hecho para salvarnos del pecado y de la muerte que el pecado introduce en nuestro corazón. Salvarnos de nuestro verdadero enemigo que es el diablo. Jesús viene a liberarnos de la esclavitud del mal y darnos a cambio la libertad de los hijos de Dios. Por eso, la Navidad no es una fiesta sólo para aquellos que viven santamente, que sin duda los hay, sino que es una fiesta también para nosotros, los pobres pecadores que anhelamos la venida del Mesías que viene a introducirnos gratuitamente en su reino, el Reino de Dios. La Navidad es una fiesta para todos; por eso ¡alégrate y prepárate, porque la Navidad también es para ti!

+ Javier Del Río Alba

Arzobispo de Arequipa

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