Día Internacional del Migrante

Por: Rubén Quiroz Ávila

REFLEXIONES

La ONU, desde el 2000, celebra cada 18 de diciembre la vital importancia de la migración. Los humanos, en esa inteligente adaptación para evolucionar que hemos hecho durante milenios, estamos estrechamente ligados a los procesos migratorios. Somos lo que somos gracias a que hemos migrado y, ante los desafíos en esos desplazamientos constantes, construido respuestas e intercambiado saberes de manera permanente y enriquecedora.

Durante miles de años, la resiliencia, ante esas situaciones inéditas por el desplazamiento físico ha sido fundamental para lograr niveles de conocimiento y capacidades que son características estructurales de la humanidad.

Por eso es natural toda dinámica de migración. En ese sentido, los flujos de las poblaciones, a veces de manera permanente, otras empujadas por circunstancias incontrolables, son siempre una oportunidad tanto para las personas como para los lugares en los cuales se instalan. Aunque las razones para migrar oscilan incluso de forma antagónica, requerimos aceptarla asertivamente. Muchas veces, en generalizaciones injustas y desproporcionadas, atribuimos a los migrantes características que más bien son proyecciones de nuestros propios sesgos sociales y psicológicos.

Sin embargo, el aporte y el incremento de valor que han prestado a los países que los acogen incluso han modificado para bien el desarrollo requerido. No es posible entender actualmente a las naciones si no aceptamos que los migrantes han construido también el presente de cada una de ellas. Y no es una decisión fácil. A veces es un desgarro emocional, un fraccionamiento vital, pero luego vienen acciones de valentía y de esfuerzos que son transformadores. Y de profundas revoluciones interiores.

Por ello tenemos que comprender que la migración es consustancial a la humanidad y que, más allá de las vicisitudes y excepciones disonantes, son movimientos de tal envergadura que cambian a los países. Influye en su progreso y actúa en su prosperidad. Tiene consecuencias extraordinarias en la marcha de la comunidad que la atiende. En el caso peruano, que ha bebido de diferentes fuentes migratorias, los resultados de esa miscelánea y adaptación cultural mutua son asombrosos. Ha impregnado la totalidad de nuestra cultura y sus efectos lo podemos saborear, escuchar y admirar. No es posible comprender el actual sitial de la gastronomía peruana y su auge si no es a través de las corrientes migratorias que la han alimentado durante décadas a tal punto de convertirnos en potencia culinaria mundial.

Y esos efectos positivos pasan en las diferentes dimensiones de lo que consideramos como peruanidad. Esa resplandeciente diversidad intercultural que nos caracteriza y que tanto nos enorgullece es que somos resultados de raíces locales y migratorias.

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