Jefferson, un «policía de tránsito» colombiano enamorado de Arequipa
No se futuriza lejos de esta tierra que lo acoge amablemente.
Por Danna Felipe B.
Dentro de los planes del joven colombiano Jefferson Martínez Carabali no estaba caer rendido a los encantos de Arequipa. Ahora no imagina su vida lejos de ella. Sin poder disfrutar un buen chupe de camarones. Sin contemplar y relajarse en su plaza rodeada de tres imponentes portales y la Basílica Catedral. Ni lejos de los amigos que ha hecho. Él se futuriza cumpliendo su sueño en la tierra al pie de un volcán.
De seguro ya has oído hablar de Jefferson, el colombiano que, vestido con un chaleco fosforescente y con una señal de «Siga» y «Pare», se gana la vida luchando contra el tráfico que en horas punta reina en la esquina de Ugarte y Bolívar.
Pero no todo en la vida es color rosa. «Al inicio fue duro. Muchos me veían con los ojos de la xenofobia. Yo solo quería ganarme mi pancito honradamente», afirmó.
Con el pasar de los meses, poco a poco comenzó a recibir más cumplidos que críticas. «Buena, negro», le dice un conductor. Incluso lo animaron a usar su indumentaria actual. «Es que yo estaba vestido de civil y solo usaba mis manos y mi voz para controlar el tráfico. Varios pensaron que les haría daño», lamentó.
La criminalidad extranjera ha ganado poder en Perú. Tristemente, empujó a bastantes a la xenofobia. Pero personas como Jefferson nos recuerdan que no todos son iguales.
El colombiano lamenta que algunos extranjeros no hayan obrado bien en la región que los acogió. «Manera siempre habrá de ganarse la vida sin hacerle daño a los demás. Les prometo que no todos somos iguales. También habemos los que podemos hacer lo bueno». Cree firmemente que todo se puede lograr con una actitud positiva. «Así que denle palante».
SU «CHAMBA»
El extranjero cuenta que tiene experiencia en el control del tráfico. Con sus amigos y familiares hacía lo mismo en la ciudad colombiana de Cali. En Arequipa, lo intentó para ver qué tal. «Gracias a Dios, resultó bien».
«Cuando me ven en otros lados caminando, me dicen que vuelva a la chamba. Porque así le dicen en Perú al trabajo. Y les digo: ‘Sí, ya voy'», cuenta anecdóticamente el joven.
Jefferson tiene decidido traer a Arequipa a su mamá y a uno de sus hermanos. Ellos incluso saben el gran trabajo que está haciendo. Las redes sociales ya han hecho su magia. «Mi familia dijo: ‘¡Guau, cómo la está rompiendo allá!'». Eso lo motiva aún más.
SU SUEÑO
El parcero aspira a convertirse en diseñador de modas. «Me gusta mucho, desde que era pequeño. Yo estoy seguro de que lo voy a lograr».
Como pasa muchas veces con quienes están de paso por Arequipa, Jefferson se terminó enamorando de ella.
«Disfruto mucho del ambiente, el clima, la comida. Me encanta el chupe de camarones y el ceviche. También quiero conocer el Cañón del Colca y la Ruta del Sillar en Cerro Colorado. La plaza es una chimba (bonito en Colombia). Yo mantengo pasando por ahí. El respeto y la amabilidad del arequipeño me encantan. Yo quiero quedarme aquí. Y también lo que queremos todos, avanzar», finalizó.
El plan de Jefferson era llegar a Chile. Solo llegó a Argentina y terminó en Perú. No se arrepiente para nada.