El desafío de vencer a la inseguridad

Por: Christian Capuñay Reátegui

REFLEXIONES

Desde 1980, Perú enfrentó al terrorismo, una amenaza que sacudió sus cimientos. La respuesta del Estado fue contundente y desesperada. Se declararon en emergencia las zonas más afectadas, los militares tomaron el control político, y se implantó una estrategia de lucha que lamentablemente dejó una herida en nuestra historia.

El fracaso fue inevitable. La estrategia, aunque bien intencionada, no erradicó al terrorismo. Al contrario, acentuó el sufrimiento de las poblaciones más vulnerables. Solo gracias a un trabajo silencioso, paciente y estratégico que las fuerzas de inteligencia policial cambiaron el rumbo. Una a una, las cabezas de Sendero Luminoso fueron capturadas. Finalmente, con la detención de Abimael Guzmán, en 1992, comenzó el colapso de la organización terrorista. Este momento marcó un antes y un después en el país: un triunfo de la inteligencia.

Hoy, enfrentamos un enemigo diferente. En las calles de nuestras ciudades, la delincuencia organizada y el crimen transnacional han tomado el protagonismo. Según encuestas recientes, la mayoría de los peruanos consideran a la inseguridad el problema más grave del país. Además, la delincuencia no solo amenaza la vida cotidiana, sino también el crecimiento económico, bloqueando inversiones y frenando el desarrollo en un momento crítico pospandemia.

En respuesta a esta crisis, se han declarado estados de emergencia en varias ciudades, enviando policías y militares para recuperar el control. Sin embargo, estas medidas, aunque necesarias, requieren un complemento que ataque la raíz del problema.

La historia nos ha mostrado otro camino. Durante la lucha contra Sendero Luminoso, aprendimos que las acciones apresuradas y la fuerza bruta rara vez solucionan problemas complejos. En ese entonces, fue la inteligencia la que marcó la diferencia. No obstante, el enemigo de hoy es más flexible. Las bandas delincuenciales no dependen de un líder único; sus redes son descentralizadas y rápidamente reemplazan a quienes caen.

Entonces, ¿qué podemos hacer? Según especialistas, la respuesta está en adoptar un enfoque integral. Pensemos en algunos países, donde la inteligencia financiera permitió desmantelar las redes económicas del narcotráfico; o aquellos donde la infiltración digital ayudó a desarticular células terroristas antes de que actuaran. Así como la delincuencia evoluciona y se adapta para el mal, nuestras autoridades necesitan adaptarse para combatirla: infiltrarse en estas organizaciones, rastrear sus operaciones, golpear donde más les duele y prevenir.

Millones de peruanos necesitan retomar la confianza en sus instituciones y recuperar la tranquilidad perdida. Pero esto no será posible si seguimos repitiendo las mismas fórmulas. El Perú no puede permitirse más errores. Esta es una oportunidad para aprender del pasado y construir un futuro más seguro.

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