“La odontología es una experiencia muy bella”
Por José Carlos Mestas
Supo que iba a ser dentista cuando era niño. Su padre lo llevó para que le revisen su dentadura y simplemente quedó impresionado. “No me dolía nada todo lo que hacía. Le comencé a preguntar por cada procedimiento, cada medicamento que usaba e incluso por qué el color blanco de su bata”. Todo esto nos señala lo fue interiorizando y se dijo “voy a ser dentista como este hombre”.
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Curiosamente no se hizo profesional en el Perú sino en Bolivia. Son básicamente dos las razones: la primera, la económica. Su padre no podía solventar los estudios en Lima. La segunda, las posibilidades de ingresar a la universidad. “Me fui a La Paz porque ahí no existía el requisito del ingreso, solo dar un examen sobre temas generales como educación cívica”.
Luego se trasladó a Arequipa donde ejerció la profesión durante más de veinte años. Aquí trabajó con los colegios que le permitió ganar reconocimiento en su campo profesional. Hablaba con los padres y hacía exámenes a los alumnos. Fue así como fue nombrado odontólogo oficial del colegio Independencia Americana.
Su consultorio privado quedaba cerca de lo que era el hotel “Presidente”. “Tuve bastantes pacientes” nos comenta, lo que le permitió consolidar su familia en esta ciudad. Pero todo se complicó cuando su hijo tenía que viajar a Estados Unidos por motivos profesionales. “Había que solventar el viaje. Si sigo en Arequipa no voy a poder”, por eso decidió irse a España.
En el país ibérico podríamos decir que el destino estuvo de su lado. Al comienzo fue difícil, como le ocurre a cualquier migrante. “Un primo me dio cobijo por quince días, luego tenía que irme porque llegaba su esposa”. Pasaban los días y el dinero se acababa. Solo le quedaba retornar al país. La suerte le permitió contactarse con un peruano especialista en prótesis dentales, quien le permitió quedarse en su casa durante diez días.
Fue ahí cuando empezó a trabajar con otro odontólogo. El sueldo no era bueno, pero ya tenía trabajo. Una señora española le ayudó diciéndole “no estás bien atendido económicamente, te voy a llevar a Barcelona a trabajar”. Así lo hizo. Un empleo exigente pues no tenía descanso, pero el sueldo era bueno. Tras dos años pidió vacaciones. Se las dieron, pero cuando regresó perdió el puesto.
“Fui uno de los últimos en homologar mi título profesional en España, hoy es bien difícil pues hay que dar varios exámenes y pueden pasar años”. Eso le permitió abrir una clínica. Le fue muy bien tanto así que pudo llevar a su familia a España donde residen hasta la actualidad.
Está de paso en Arequipa porque fue reconocido como hijo ilustre de Yunguyo, de donde es natural. Aprovechó esa visita para coordinar con el alcalde provincial una propuesta que le hicieron: que una calle lleve el nombre de su padre. Espera que cumplan su palabra y “que no sea una farsa”.
Su padre, Mariano Pariente, era profesor de la escuela primaria donde además fue director, “aún no había secundaria”. Pero sobre todo recuerda a su padre compartiendo con los comuneros. “Conversaba mucho con los comuneros, incluso dejándonos un poco de lado”, nos señala. Debido a su labor como profesor es que fue reconocido con las Palmas Magisteriales, que pocos maestros obtienen. “Fue un padre ejemplar y un buen profesor, por eso quiero que su nombre se perennice en la tierra donde nació, porque uno de los aspectos más importantes de la vida es donde uno nace, donde uno se cría”.
Actualmente está jubilado y recibe una pensión por parte del Gobierno español. Desde su retiro es que decidió dedicar su vida a dos actividades pese a lo avanzado de su edad pues tiene 92 años, como son leer y escribir. Ya publicó un libro y tiene otro en camino, ambos vinculados a su campo profesional. Señala que en poesía le gusta mucho Pablo Neruda, “por eso me puse a escribir poemas”. En prosa ha leído mucho a Vargas Llosa. “Leer y escribir nos da muchas oportunidades para ser mejores”, nos dice finalmente.
