Los nombres nativos del litoral

Por Rodrigo Llosa Sanz

ENTRE MATARANI Y TAMBO

Islay, la provincia litoral de Arequipa, pertenecía a una extensa zona llamada Colesuyo, anterior a los ˈsuyosˈ incaicos y al dominio aimara. Es clara la influencia altiplánica Tiahuanaco de habla puquina. A inicios de la colonia se reconocen los sectores de Ilay, Chule y Tambopalla que se apocopó en Tambo, palabra extendida en el Perú desde etapas preincas como lugar de almacén y aprovisionamiento.

Del desembarcadero colonial de Ilay sabemos que se convirtió en el puerto republicano de Islay, nombre andino modificado por influencia del comercio portuario anglosajón que lo vinculó a una de las principales islas de Escocia. Es probable una conexión toponímica entre Ilay, Ilo, Ilabaya en Tacna e Ilave en el altiplano. Islay es también el nombre oficial de la ciudad que prefiere llamarse Matarani, quebrada donde se construyó el puerto moderno.

Chule fue la bahía que hoy contempla Mollendo y Mejía. Puerto colonial oficial que desapareció en el 1600 cuando la línea marina tuvo un cambio local abrupto por una avalancha de sedimentos que trajo el río Tambo tras el Huaynaputina. Como nota, las pequeñas poblaciones llamadas también Chule en Camaná y Ocoña son de siglos posteriores, no aparecen en escrituras tempranas.

Por arqueología sabemos que este litoral tuvo fuerte presencia de la cultura que denominamos Chiribaya, nombre de una hacienda en la cuenca del río Osmore, en Ilo, donde se hicieron descubrimientos cerámicos, textiles y funerarios, cuyo patrón técnico y estético se halló también en Tambo, valle que tuvo presencia previa Tiahuanaco y también posterior Churajón. Algunos continúan llamando a este último estilo, Juli, pues así lo caracterizó Max Uhle al hallar similares restos en el Cerro Juli arequipeño cuyo nombre local parece introducido luego de la colonia. En este caso el estilo Juli no se debe a la ciudad homónima.

Carboneros de lomas en 1997, cortesía Prof. UNSA Luis Villegas. Da idea de por qué Mollendo se quedó sin molles.

Es usual el bautizo arqueológico en base a nombres geográficos. No sabemos cómo se autodenominaron los Chiribaya ni Churajón, algunos sugieren llamarlos Coles y que existía la lengua cole, pero está en discusión. Probablemente fue una variante puquina porque al menos en el litoral no hay una toponimia local distinta al de lenguas conocidas.

Por documentación de archivo, en el siglo de la fundación española de Arequipa, sabemos que los conquistadores denominaron Camanchacas a familias nativas vinculadas a Chule. En mi opinión fue el apodo de pescadores y navegantes Chiribaya dedicados a secar y salar pescados y mariscos. Por ellos -y no al revés- llamamos igual a la neblina, condición ideal de pesca.

Entre Matarani y Tambo existen varios topónimos de origen puquina, lengua extinta que el altiplano transmitió a la nobleza incaica y también a regiones marinas. Todas las terminaciones -endo -ando -laque son de esa lengua como Mollendo, Cachendo, Catarindo, Yarando, Quealaque (quebrada cercana a Mejía).

Posteriormente el altiplano fue dominado por los aymaras que influyeron también en la costa. La relación sonora entre Ilay e Ilave es más obvia que entre Chule y Juli. No busco decir que son mismos ayllus, solo estudios genéticos podrían determinarlo, pero las coincidencias lingüísticas hacen pensar en influjos. Antiguamente esta ciudad del altiplano se escribía Xuli, cuya pronunciación fue cambiando de “shuli” a la j castellana cuyo uso y distintiva pronunciación recién se extiende en el siglo en que aparece la Real Academia Española. Cambiantes idiosincrasias modifican sonoridades y escrituras en el tiempo. México -que pronunciamos Méjico- debe su voz a los meshicas.

Fueron distintos exploradores españoles quienes registraron las voces en la costa y en las alturas. Un sonido similar al de “tschuli” pudo ser interpretado Xuli (shuli), luego Juli. Suena por supuesto a kuli, coli, cole (colesuyo). En general en las lenguas andinas son consideradas lo mismo las variantes e/i (chule/chuli), también o/u, c/k (kuli/coli).

A pesar de que algunos académicos lingüistas con quienes conversé puedan discrepar por ser conexiones difíciles de demostrar, parece prudente no descartarlo. La influencia geográfica, comercial y cultural es clara a través de los siglos entre los habitantes del lago y sus vecinos geográficos frente al mar. Son necesarios más trabajos arqueológicos y genéticos para saber mejor quiénes somos.

Sobre etnias en el Colesuyo han trabajado Galdos Rodriguez, Rostworowski, Cañedo Argüelles, entre otros. Varios han ensayado toponimia en esta zona, como Cúneo Vidal y Arenas Figueroa, sin embargo, hubo una tendencia a basarse en estructuras quechua cuando la predominancia local es puquina y aymara. Los estudios los ampliaré en el libro Mexia que resumo.

PUQUINA

Da idea de por qué Mollendo se quedó sin molles.

AYMARA

QUECHUA

Nombres documentados en el siglo XVI que se perdieron: Coteaca (kuti -aca o coteatha, lugar con retorno, donde da vuelta o callejón) a media legua del puerto de Chule y Achiguayoc (el lugar del toldo o de sombra) probablemente cerca a Challascapa.

Debido a que las lomas concentraron pastores de las punas y serranías en época de pastizales es posible que algunos nombres no sean prehispánicos, sino que los diesen hablantes de lenguas nativas que felizmente persisten quedando demostrado que ni siquiera un lugar aparentemente republicano como Mejía puede decirse ajeno a nuestra historia andina.

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